24 junio, 2007

JOSÉ ANTONIO MILLÁN

PERDÓN, IMPOSIBLE.

Título: PERDON, IMPOSIBLE.
Autor: José Antonio Millán.
Editorial: RBA. 1ª edición. Marzo 2005.
ISBN: 84-7871-278-X
Género: Gramática.
Otros: Rústica. 205 x 135. 172 pp.

Un muy ameno e interesante estudio gramatical de la puntuación utilizada en castellano. 22 capítulos nos conducen, nos orientan, nos aconsejan y, de forma muy didáctica, con múltiples ejemplos extraídos de la literatura, nos enseñan, si estamos dispuestos a aprender, a utilizar de modo congruente y lógico la multitud de signos ortográficos que se pueden (y a veces se deben) utilizar al escribir.


Hay muchas obras de divulgación gramatical, accesibles y, obviando el lenguaje farragoso o docto, accesibles al gran público (puedo asegurar que no es necesario ser titular de un sillón de la Real Academia de la Lengua). Vengo a decir con esto que el que no sabe es porque no quiere, realmente.
Este libro en cuestión, empezando por su título, sorprende, al principio ingenuamente, por el simple ejemplo de utilizar una coma. Porque de “Perdón imposible, que cumpla condena” a “Perdón, imposible que cumpla condena” va todo un mundo. (Tanta como entre “Las invitadas que estaban cansadas se retiraron de la fiesta” y “las invitadas, que estaban cansadas, se retiraron de la fiesta”. En el primer caso al menos se quedaron las más despejadas, con más marcha, las invitadas realmente interesantes. En el segundo… apaga y vámonos)
Y este mundo gramatical, el de la importancia de los signos de puntuación, es el que nos abre José Antonio Millán.
Parte de un principio: En la escritura es más difícil de expresar emociones, sentimientos, ironías… que en la lengua hablada. Por esa razón, y puesto que lo escrito ha de acercarse al lector con todos los matices posibles que lo aproximen al máximo al lenguaje oral, el escritor debe utilizar, con tino suficiente, no con desatino, la multitud de signos ortográficos que puede tener a su disposición; algunos, incluso, desconocidos en su uso por la mayoría de nosotros.
Y utiliza el ejemplo para cada exposición. Y por el libro rondan y saltan en sus páginas Cervantes, Calderón, Borges, Erasmo, Carlomagno, de Sousa, María Moliner, Sánchez Ferlosio, Skármeta, Cela, Huidobro, Mendoza, Orwell …
Es una delicia. Y una sorpresa enterarse, por ejemplo, de que en ciertos casos el guión se acentúa. ¿Sorprendido? Yo también. Otra: ¿Sabía que Cervantes no usaba la coma, punto y coma ni dos puntos, y escasamente el punto y aparte?
En procesión desfilan la coma, el punto y coma, los dos puntos, el paréntesis, el punto (seguido, aparte, final, suspensivos) , la admiración, la interrogación, las comillas, el guión, el apóstrofo (coma volante; no confundir con el apóstrofe), la utilización de diversos signos en los números, el asterisco (su significado: “semejante a una estrella”), los paréntesis, los corchetes, los “bolos, boliches o topos”… y para rematar, los textos sin puntos y los puntos sin textos.
Cuando uno acaba de leer esta pequeña obra (tan sólo 172 pp.) le embarga la confusión e incluso el desánimo porque se da cuenta de que usamos un lenguaje escrito demasiado limitado para la riqueza con la que podríamos expresarnos si supiésemos utilizar correctamente sus símbolos.
Menciona casi al final, Millán, que Borges, al cabo de treinta años, introdujo algunas correcciones en El Aleph, como
-[…] Es mío, es mío; yo lo descubrí en la niñez, …(versión inicial)
-[…] Es mío, es mío: yo lo descubrí en la niñez, …(versión 1974).
Sólo una pregunta me viene al hilo: ¿merece la pena tanto esfuerzo a la hora de expresar ideas si luego, éstas, caen en manos de un lector que no sabe interpretarlas justamente?
Pero bueno, dilemas existenciales al margen, un libro muy atractivo, entretenido y recomendable para todo el interesado en el laberinto de la gramática (y de la ortografía,) que tan simple parece a veces, y para cualquiera que tenga pretensiones de escribir un texto medianamente legible.

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