28 noviembre, 2008

HARUKI MURAKAMI (II)


AFTER DARK.


Traducción de Lourdes Porta.
Editorial Tusquets. Colección Andanzas.
1ª edición en español. Octubre 2008.
ISBN 978-84-8383-101-4

Un nuevo libro, esperado, de Murakami.
Un Murakami que nos llega de la mano de Tusquets y que se ha convertido en autor de culto, si no de moda, en nuestro país.
Promocionado en todos los medios, una de sus últimas entrevistas a las que tenemos acceso aparece en Qué Leer del mes de noviembre.
La novela, editada originalmente en 2004, conoce desde entonces numerosas traducciones a diversos idiomas recalando en nuestro país al cabo de cuatro años, primero en gallego y un mes después en castellano.
El espacio temporal que abarca en sus 248 páginas no llega a siete horas (desde la medianoche hasta las siete de la mañana). El espacio físico se circunscribe a un barrio de Tokio cuando la noche es la reina y por sus calles deambulan, cuanto menos, enigmáticos personajes.
Murakami establece una especie de juego, un “vidas cruzadas” donde la trama va entrelazando acciones, episodios, pensamientos, conversaciones y personajes.
Mari, la chica que lee en un bar; Takahashi, estudiante y trombocista en una banda que ensaya de noche, admirador de Curtis Fuller (de una de cuyas obras el autor extrae el título); Eri, la bella durmiente oriental, hermana de Mari, que un buen día dijo de dormir y nunca despierta; Kaoru, la vigilante de un love-hotel, Alphaville, (Jean-Luc Godard aparece en el horizonte con su obra que da nombre al hotel); Korogi, chica de la limpieza en ese hotel; Shirakawa, el inquietante informático que destroza sus horas de sueño en su oficina cuando no le da por destrozar la vida de una prostituta china, empleada por la Mafia en el negocio del sexo…
La verdad s que no son demasiados personajes. Pero en sus idas y venidas, en su quehacer nocturno, nos construyen un mundo extraño (lo nocturno siempre ha tenido algo de prohibido) en el que nos sumergimos con el entrañable y aparentemente sencillo estilo narrativo de H.M.
Cuando abrimos sus primeras páginas nos da la impresión de estar leyendo un guión cinematográfico. En él, una tercera persona, omnisciente, nos conduce por todos lados, nos introduce en la habitación de Eri, que duerme plácidamente, nos hace rozar la otra parte del espejo, como a Alicia… y nos crea un interés en lo que, repito, parece ser nada pero que nos mantiene en un suspense continuo, con una sensación de peligro que no se disuelve hasta que llegamos al final.
Son historias abiertas, que no acaban, que nacen, se mantienen un tiempo y desaparecen, inconclusas, tras una esquina del barrio. Quizás sea eso una de las cosas que nos crean inquietud. La otra, algunos de sus personajes. Shirakawa merece un castigo, pero desaparece de la obra rumbo a su casa en un taxi. Un extraño personaje permanece fijo en Eri (otro guiño, éste creo que a Paul Auster en “La noche del oráculo” ) desde una habitación vacía abierta en la pantalla del televisor. ¿Qué hace? ¿Qué espera? ¿Quién es?
El realismo mágico, si puede llamarse así, está presente en ciertos momentos, haciendo la novela aún más atractiva.
Murakami utiliza diálogos inteligentes, descripciones minuciosas y una estructura que sabe mantenernos junto a los personajes que nos presenta
Al acabar, tenemos la sensación de que falta algo, por supuesto. Pero también el convencimiento de que hemos leído una excelente novela, engañosa por una falsa sencillez, como mucho de aquello a lo que nos ha acostumbrado este autor japonés en los últimos años.

17 noviembre, 2008

G. K. CHESTERTON


EL HOMBRE QUE ERA JUEVES. (Una pesadilla)



(The Man Who Was Thursday – A Nightmare).
G. K. CHESTERTON.
Traducción de Alicia Bleiberg Muñiz.
Alianza Editorial S.A.
Prmera edición en “Libro de bolsillo”: 1987.
Edición 2007.
ISBN 978-84-206-6676-1

Gabriel Syme es un detective-poeta. Enrolado en la policía de modo poco habitual, se infiltra en un grupo anarquista con la misión de desarticularlo. Miembro del Gran Consejo, presidido por el Domingo, cada uno de sus componentes tiene su nombre en clave asimilado a un día de la semana. Syme es, pues, el Jueves.
Tras diversas peripecias, en las que cada uno de los temibles anarquistas se va desvelando como miembro de la policía, nos encontramos con la paradoja de que todos persiguen a todos, perteneciendo, sin embargo, al mismo bando. Sólo queda Domingo, el Presidente omnipotente y omnisciente, al que el grupo intentará dar caza… pero todo es una pesadilla.

Increíble novela del polemista, ensayista y polifacético Chesterton. Increíble porque, a pesar de su aparente simplicidad y del candor decimonónico con que es desarrollada, oculta en ella innumerables citas y reflexiones – muchas de ellas en forma dialogada – sobre el hombre, su misión en el mundo, su dependencia de la divinidad y sus enormes contradicciones.

Buscando en la Red encuentro la primera edición (imprimible) de la obra, escrita en 1908 y editada en España por primera vez en 1922, con prólogo de Alfonso Reyes de 1919. La curiosidad me hace cotejar diversos párrafos de dicha edición con la de Alianza. ¡Qué cantidad de distintos y, a veces, contrapuestos matices entre una traducción y otra. Tantos que me ha picado el interés de modo que pienso releerla haciendo una lectura comparada de ambas ediciones. Por lo que he podido comprobar hasta ahora merece la pena conocer ambas ediciones (sin hablar del prólogo de Reyes que es una obra de arte en sí mismo).

Quizás sea aventurar demasiado, pero en ella se bosquejan las primeras directrices del existencialismo posterior.
Toda ella se desarrolla en una perpetua dualidad: la lucha del bien y del mal, el enfrentamiento entre la posible libertad de la voluntad y la existencia de un mal masivo, irracional.
Es curioso que el orden y el caos se den la mano y que sus personajes oscilen entre ambos papeles en ciertos momentos, volviendo a los roles que Chesterton les concede, incluso con cierto enfado.

Recoge simbologías tan eternas como la religiosa y la política y hay que leer despacio para comprender y conceder a cada uno de sus maltratados personajes la personalidad que les toca representar en este juego.
Porque de un juego se trata. Un juego muy sabio que Chesterton sabe ofrecernos pero que nosotros tenemos que esforzarnos ciertamente en desvelar.

No hay que perder de vista a ese presidente que para mí no es otro que la imagen de Dios, a quienes los actores buscan para descubrir qué coño hacen en el mundo, en la novela y en la vida al fin y al cabo.

No es esta obra en absoluto desdeñable. Al acabarla puedes preguntarte : “¿Esto es todo?” Y puedes quedarte así, en la anécdota, en la historia extraña, en el sabor de una aventura policiaca y absurda sin más. Pero todos los absurdos, toda la aventura, todos los diálogos, pueden tener una doble y hasta triple lectura sin llegar a cansarte por ello.
Y puedo asegurar que si se relee, los matices se hacen más sólidos, la perspectiva se aclara y te das cuenta de que te has enfrentado a una de las mejores obras – y de las más engañosas – del siglo XX.
Una obra, pues, no sólo recomendable, sino imprescindible.

Chesterton en sí es todo un personaje. Nacido en 1874, fallecido con sesenta y dos años, nos deja un enorme caudal de trabajo (no sé dónde he leído que ni siquiera la Biblioteca Británica ha conseguido recopilarlo todo).Autor más conocido por las aventuras del padre Brown, si alguien quiere conocerlo personalmente sólo tiene que escavar en las filmotecas hasta encontrar (jeje, misión casi imposible) la película Rosy Rupture, filmada en 1914 donde aparece este autor en algunas escenas. De paso, si el espectador permanece atento, podrá rendir culto a G. B. Shaw, otro actor del reparto de ese curioso film.


06 noviembre, 2008

CARSON McCULLERS.



EL ALIENTO DEL CIELO.

Carson McCullers.
Editorial Seix Barral. Biblioteca Formentor.
Prólogo de Rodrigo Fresán.
Traducción José Luis López Muñoz y María Campuzano.
ISBN 978-84-322-2820-9.
Primera edición: Septiembre 2007.
540 pp.

Tropecé con Carson McCullers tras leer a William Faulkner.
Ciertos críticos han establecido una “escuela sureña” a la sombra de este autor. Y entre sus representantes más nombrados, Katherine Anne Porter, Flannery O`Connor, Eudora Welty y Carson McCullers.
Posiblemente sea cierto, pero también lo es que los estilos y las temáticas de cada una de ellas difiere de las de las otras en lo suficiente como para establecer identidades muy distintas y creo que, con más razón, no generalizar en “escuelas”.
Irrumpí en ella, como ella en la novela, de la mano de “El corazón es un cazador solitario”. Ni que decir tiene que me encantó.
Por eso, cuando encontré “El aliento del cielo” no esperé a que nadie me lo regalase. Y menos aún a que una benéfica editorial se dignase mirar en un listín telefónico y, por azar, me designase a mí como lector y crítico aficionado de su obra recién publicada.
Y no me arrepiento, porque este libro me ha deparado numerosos momentos de placer literario. Creo que es imprescindible para conocer a su autora.
Se recogen en él todos sus cuentos (diecinueve), aunque el prologuista nos advierte de que falta uno, que todos los editores han considerado siempre totalmente prescindible (“The long March”) y completan el volumen sus tres novelas cortas (Reflejos en un ojo dorado, La balada del café triste y Frankie y la boda).
El libro no tiene desperdicio.
Habrá quien diga que son cuentos sin sustancia, que no llevan mensaje, que no nos ofrecen una moralina y que la trama es, a menudo, inconsistente. Puede ser cierto desde su óptica.
Pero yo, al leerlos, he disfrutado con las descripciones de paisajes, la indefinible y, sin embargo, excelente definición de las personalidades de sus protagonistas, la minuciosa y sensible intensidad de los momentos narrados, el color y el calor del sur, la miseria y el aburrimiento de la vida sacrificada a nada, los sueños venidos a menos de los actores de esos pequeños dramas que inundan la novela y que hacen, de su lectura, una experiencia inolvidable.
En resumen, un libro hermoso y que merece la pena leer.

Carson McCullers (1917 – 1967) que vive, como muchos genios de la literatura, una vida atormentada entre la enfermedad que arrastrará toda su vida y unas relaciones sentimentales tormentosas a las que se añade una sexualidad “bipolar” tan intuida al principio como declarada más tarde, busca como defensa, refugio o pura supervivencia, la literatura. Juega o lucha, pues, con la enfermedad, con las decepciones y con el alcohol. Y de este cóctel explosivo surge una gran narradora de lo cotidiano, de la miseria de las clases desfavorecidas, de la infancia, de los sueños y de las tardes calurosas en el sur, salpicadas de cafés oscuros y de personas a las que desnuda y de las que nos enseña el misterio que a todas mantiene vivas y que no es nada más que el amor. Amor a la tierra, a la casa solitaria que se levanta en una colina, a la familia, a las personas repletas de contradicciones e imperfectas física o anímicamente, a los viajes de quienes nunca han podido mirar más allá de un campo de maíz o de la calle principal y polvorienta de un pueblo destartalado. Todas estas cosas, de forma suave, sin saltos y a veces casi con monotonía, es lo que Lula nos muestra.
Pero con tanta calidad, que ella misma no se priva en proclamar en cierta ocasión:
“Yo tengo más que decir que Hemingway, y Dios sabe que lo he dicho mejor que Faulkner”.
Y no miente cuando se autocalifica de este modo zahiriendo, de paso, a los grandes de la literatura norteamericana.