EL HOMBRE QUE ERA JUEVES. (Una pesadilla)
(The Man Who Was Thursday – A Nightmare).
G. K. CHESTERTON.
Traducción de Alicia Bleiberg Muñiz.
Alianza Editorial S.A.
Prmera edición en “Libro de bolsillo”: 1987.
Edición 2007.
ISBN 978-84-206-6676-1
Gabriel Syme es un detective-poeta. Enrolado en la policía de modo poco habitual, se infiltra en un grupo anarquista con la misión de desarticularlo. Miembro del Gran Consejo, presidido por el Domingo, cada uno de sus componentes tiene su nombre en clave asimilado a un día de la semana. Syme es, pues, el Jueves.
Tras diversas peripecias, en las que cada uno de los temibles anarquistas se va desvelando como miembro de la policía, nos encontramos con la paradoja de que todos persiguen a todos, perteneciendo, sin embargo, al mismo bando. Sólo queda Domingo, el Presidente omnipotente y omnisciente, al que el grupo intentará dar caza… pero todo es una pesadilla.
Increíble novela del polemista, ensayista y polifacético Chesterton. Increíble porque, a pesar de su aparente simplicidad y del candor decimonónico con que es desarrollada, oculta en ella innumerables citas y reflexiones – muchas de ellas en forma dialogada – sobre el hombre, su misión en el mundo, su dependencia de la divinidad y sus enormes contradicciones.
Buscando en la Red encuentro la primera edición (imprimible) de la obra, escrita en 1908 y editada en España por primera vez en 1922, con prólogo de Alfonso Reyes de 1919. La curiosidad me hace cotejar diversos párrafos de dicha edición con la de Alianza. ¡Qué cantidad de distintos y, a veces, contrapuestos matices entre una traducción y otra. Tantos que me ha picado el interés de modo que pienso releerla haciendo una lectura comparada de ambas ediciones. Por lo que he podido comprobar hasta ahora merece la pena conocer ambas ediciones (sin hablar del prólogo de Reyes que es una obra de arte en sí mismo).
Quizás sea aventurar demasiado, pero en ella se bosquejan las primeras directrices del existencialismo posterior.
Toda ella se desarrolla en una perpetua dualidad: la lucha del bien y del mal, el enfrentamiento entre la posible libertad de la voluntad y la existencia de un mal masivo, irracional.
Es curioso que el orden y el caos se den la mano y que sus personajes oscilen entre ambos papeles en ciertos momentos, volviendo a los roles que Chesterton les concede, incluso con cierto enfado.
Recoge simbologías tan eternas como la religiosa y la política y hay que leer despacio para comprender y conceder a cada uno de sus maltratados personajes la personalidad que les toca representar en este juego.
Porque de un juego se trata. Un juego muy sabio que Chesterton sabe ofrecernos pero que nosotros tenemos que esforzarnos ciertamente en desvelar.
No hay que perder de vista a ese presidente que para mí no es otro que la imagen de Dios, a quienes los actores buscan para descubrir qué coño hacen en el mundo, en la novela y en la vida al fin y al cabo.
No es esta obra en absoluto desdeñable. Al acabarla puedes preguntarte : “¿Esto es todo?” Y puedes quedarte así, en la anécdota, en la historia extraña, en el sabor de una aventura policiaca y absurda sin más. Pero todos los absurdos, toda la aventura, todos los diálogos, pueden tener una doble y hasta triple lectura sin llegar a cansarte por ello.
Y puedo asegurar que si se relee, los matices se hacen más sólidos, la perspectiva se aclara y te das cuenta de que te has enfrentado a una de las mejores obras – y de las más engañosas – del siglo XX.
G. K. CHESTERTON.
Traducción de Alicia Bleiberg Muñiz.
Alianza Editorial S.A.
Prmera edición en “Libro de bolsillo”: 1987.
Edición 2007.
ISBN 978-84-206-6676-1
Gabriel Syme es un detective-poeta. Enrolado en la policía de modo poco habitual, se infiltra en un grupo anarquista con la misión de desarticularlo. Miembro del Gran Consejo, presidido por el Domingo, cada uno de sus componentes tiene su nombre en clave asimilado a un día de la semana. Syme es, pues, el Jueves.
Tras diversas peripecias, en las que cada uno de los temibles anarquistas se va desvelando como miembro de la policía, nos encontramos con la paradoja de que todos persiguen a todos, perteneciendo, sin embargo, al mismo bando. Sólo queda Domingo, el Presidente omnipotente y omnisciente, al que el grupo intentará dar caza… pero todo es una pesadilla.
Increíble novela del polemista, ensayista y polifacético Chesterton. Increíble porque, a pesar de su aparente simplicidad y del candor decimonónico con que es desarrollada, oculta en ella innumerables citas y reflexiones – muchas de ellas en forma dialogada – sobre el hombre, su misión en el mundo, su dependencia de la divinidad y sus enormes contradicciones.
Buscando en la Red encuentro la primera edición (imprimible) de la obra, escrita en 1908 y editada en España por primera vez en 1922, con prólogo de Alfonso Reyes de 1919. La curiosidad me hace cotejar diversos párrafos de dicha edición con la de Alianza. ¡Qué cantidad de distintos y, a veces, contrapuestos matices entre una traducción y otra. Tantos que me ha picado el interés de modo que pienso releerla haciendo una lectura comparada de ambas ediciones. Por lo que he podido comprobar hasta ahora merece la pena conocer ambas ediciones (sin hablar del prólogo de Reyes que es una obra de arte en sí mismo).
Quizás sea aventurar demasiado, pero en ella se bosquejan las primeras directrices del existencialismo posterior.
Toda ella se desarrolla en una perpetua dualidad: la lucha del bien y del mal, el enfrentamiento entre la posible libertad de la voluntad y la existencia de un mal masivo, irracional.
Es curioso que el orden y el caos se den la mano y que sus personajes oscilen entre ambos papeles en ciertos momentos, volviendo a los roles que Chesterton les concede, incluso con cierto enfado.
Recoge simbologías tan eternas como la religiosa y la política y hay que leer despacio para comprender y conceder a cada uno de sus maltratados personajes la personalidad que les toca representar en este juego.
Porque de un juego se trata. Un juego muy sabio que Chesterton sabe ofrecernos pero que nosotros tenemos que esforzarnos ciertamente en desvelar.
No hay que perder de vista a ese presidente que para mí no es otro que la imagen de Dios, a quienes los actores buscan para descubrir qué coño hacen en el mundo, en la novela y en la vida al fin y al cabo.
No es esta obra en absoluto desdeñable. Al acabarla puedes preguntarte : “¿Esto es todo?” Y puedes quedarte así, en la anécdota, en la historia extraña, en el sabor de una aventura policiaca y absurda sin más. Pero todos los absurdos, toda la aventura, todos los diálogos, pueden tener una doble y hasta triple lectura sin llegar a cansarte por ello.
Y puedo asegurar que si se relee, los matices se hacen más sólidos, la perspectiva se aclara y te das cuenta de que te has enfrentado a una de las mejores obras – y de las más engañosas – del siglo XX.
Una obra, pues, no sólo recomendable, sino imprescindible.
Chesterton en sí es todo un personaje. Nacido en 1874, fallecido con sesenta y dos años, nos deja un enorme caudal de trabajo (no sé dónde he leído que ni siquiera la Biblioteca Británica ha conseguido recopilarlo todo).Autor más conocido por las aventuras del padre Brown, si alguien quiere conocerlo personalmente sólo tiene que escavar en las filmotecas hasta encontrar (jeje, misión casi imposible) la película Rosy Rupture, filmada en 1914 donde aparece este autor en algunas escenas. De paso, si el espectador permanece atento, podrá rendir culto a G. B. Shaw, otro actor del reparto de ese curioso film.
Chesterton en sí es todo un personaje. Nacido en 1874, fallecido con sesenta y dos años, nos deja un enorme caudal de trabajo (no sé dónde he leído que ni siquiera la Biblioteca Británica ha conseguido recopilarlo todo).Autor más conocido por las aventuras del padre Brown, si alguien quiere conocerlo personalmente sólo tiene que escavar en las filmotecas hasta encontrar (jeje, misión casi imposible) la película Rosy Rupture, filmada en 1914 donde aparece este autor en algunas escenas. De paso, si el espectador permanece atento, podrá rendir culto a G. B. Shaw, otro actor del reparto de ese curioso film.
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