07 octubre, 2007

GÜNTER GRASS



PELANDO LA CEBOLLA.
(Beim Häuten der Zwiebel)
Gunter Grass
Editorial Alfaguara. Mayo 2007.
Traducción de Miguel Sáenz
447 páginas.

“Pelando la cebolla” parece ser la primera parte de una original trilogía autobiográfica de GÜNTER GRASS
.
Aunque con pequeñas regresiones, abarca fundamentalmente desde 1929 a 1959, unos años fundamentales para el autor.
En 1939 comienza la guerra y él, con doce años y habitante de Danzig (Gdansk) vive (y rememora) el bombardeo de Westerplatten por parte del obsoleto acorazado Schleswig-Holstein, el asalto a la oficina de Correos… recursos históricos que ya había utilizado en la biografía de Oskar Mazerat, el pequeño que se niega a crecer durante el nacionalsocialismo.
En 1959 regresa de su autoexilio en París. Acaba de publicar "El tambor de hojalata” y se ha convertido en escritor famoso.
El tiempo entre estas dos fechas le sirven a Grass para desgranar sus recuerdos, levantando capas de piel de la cebolla y ofrecoéndonos todas las novedades y curiosidades que sobre él y su mundo ocurren durante esos años.
Aunque algunos vean en la obra una confesión, para mí Grass, no sin lágrimas (que toda buena cebolla debe ser capaz de originar), revisa su vida en un intento, por supuesto logrado a priori, de buscarle una explicación y de justificar todo lo justificable.
Lo más interesante, a mi gusto y como lector contumaz de su obra, es la enorme cantidad de detalles que ofrece sobre la creación de sus personajes, las ideas que van sobreviniendo y de dónde obtiene sus perfiles, sus personalidades, cómo los construye y qué hace que sean como son.Indudablemente no faltan referencias a su inolvidable Oskar y al entrecruzamiento de personajes que, desde esta su primera obra, van apareciendo y desarrollándose en “Años de perro”, “El rodaballo”, "Mi siglo”, “Es cuento largo”, “El gato y el ratón”…
A la vez nos desvela cómo un hombre, marcado por la guerra y en un país destrozado por ésta, es capaz de abrirse camino buscando el apoyo en el arte, en la cultura (admirable en alguien que no ha acabado ni tan siquiera el Bachillerato), y cómo llega a convertirse en un referente en Alemania y fuera de ella.
Al contrario de las personas “normales”, que van añadiendo capas y capas de piel a ese corazón hasta transformarse en un enorme vegetal, él realiza el camino inverso, consciente de que algunas de esas pieles podían levantar ampollas e indignación en los bienpensantes y en los “democráticamente correctos”.
Sabía que, hasta cierto punto, se arriesgaba. Y ese riesgo, asumido, ha desembocado en ladridos de perros y en intentos de morder, sin sufrir menoscabo ante sus lectores y, menos aún, entre sus “seguidores literarios”.
El tema más complejo, el más peligroso, y el más utilizado por sus contrarios ha sido el marcado contraste de su pertenencia a las "SS hitlerianas" (y entrecomillo para enfatizar, tanto la ignorancia del calificativo como la incomprensión de la Historia y del devenir histórico) y su papel como referente moral en la postguerra. Ahí es donde han querido atacar al Premio Nobel.
Tan absurdo tachar de nazi a alguien que, con diecisiete años, y casi en plena caída del Régimen, se alista voluntario en la 10.SS-Panzer-Division “Frundsberg” como tachar de franquista a quien con doce años perteneciera, aquí, en España, a la OJE, semillero de la Falage y remedo “españolísimo” de las Juventudes Hitlerianas. Porque a sesenta años pasados es muy fácil pensar con las escalas de valores actuales y calificar en función de éstas, sin tener en cuenta lo que en esos años era tanto lógico como normal.
De todos modos, pese a su pasado “nazi” que ahora sale a la luz, y pese a los meapilas políticos que intentan una crucifixión ejemplar de alguien que ha demostrado estar muy por encima de ellos, seguiré leyendo a Günter Grass.
Y como él mismo dice en la última línea de su libro:“Para hablar de eso hacen falta cebollas y ganas”.

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