28 noviembre, 2008

HARUKI MURAKAMI (II)


AFTER DARK.


Traducción de Lourdes Porta.
Editorial Tusquets. Colección Andanzas.
1ª edición en español. Octubre 2008.
ISBN 978-84-8383-101-4

Un nuevo libro, esperado, de Murakami.
Un Murakami que nos llega de la mano de Tusquets y que se ha convertido en autor de culto, si no de moda, en nuestro país.
Promocionado en todos los medios, una de sus últimas entrevistas a las que tenemos acceso aparece en Qué Leer del mes de noviembre.
La novela, editada originalmente en 2004, conoce desde entonces numerosas traducciones a diversos idiomas recalando en nuestro país al cabo de cuatro años, primero en gallego y un mes después en castellano.
El espacio temporal que abarca en sus 248 páginas no llega a siete horas (desde la medianoche hasta las siete de la mañana). El espacio físico se circunscribe a un barrio de Tokio cuando la noche es la reina y por sus calles deambulan, cuanto menos, enigmáticos personajes.
Murakami establece una especie de juego, un “vidas cruzadas” donde la trama va entrelazando acciones, episodios, pensamientos, conversaciones y personajes.
Mari, la chica que lee en un bar; Takahashi, estudiante y trombocista en una banda que ensaya de noche, admirador de Curtis Fuller (de una de cuyas obras el autor extrae el título); Eri, la bella durmiente oriental, hermana de Mari, que un buen día dijo de dormir y nunca despierta; Kaoru, la vigilante de un love-hotel, Alphaville, (Jean-Luc Godard aparece en el horizonte con su obra que da nombre al hotel); Korogi, chica de la limpieza en ese hotel; Shirakawa, el inquietante informático que destroza sus horas de sueño en su oficina cuando no le da por destrozar la vida de una prostituta china, empleada por la Mafia en el negocio del sexo…
La verdad s que no son demasiados personajes. Pero en sus idas y venidas, en su quehacer nocturno, nos construyen un mundo extraño (lo nocturno siempre ha tenido algo de prohibido) en el que nos sumergimos con el entrañable y aparentemente sencillo estilo narrativo de H.M.
Cuando abrimos sus primeras páginas nos da la impresión de estar leyendo un guión cinematográfico. En él, una tercera persona, omnisciente, nos conduce por todos lados, nos introduce en la habitación de Eri, que duerme plácidamente, nos hace rozar la otra parte del espejo, como a Alicia… y nos crea un interés en lo que, repito, parece ser nada pero que nos mantiene en un suspense continuo, con una sensación de peligro que no se disuelve hasta que llegamos al final.
Son historias abiertas, que no acaban, que nacen, se mantienen un tiempo y desaparecen, inconclusas, tras una esquina del barrio. Quizás sea eso una de las cosas que nos crean inquietud. La otra, algunos de sus personajes. Shirakawa merece un castigo, pero desaparece de la obra rumbo a su casa en un taxi. Un extraño personaje permanece fijo en Eri (otro guiño, éste creo que a Paul Auster en “La noche del oráculo” ) desde una habitación vacía abierta en la pantalla del televisor. ¿Qué hace? ¿Qué espera? ¿Quién es?
El realismo mágico, si puede llamarse así, está presente en ciertos momentos, haciendo la novela aún más atractiva.
Murakami utiliza diálogos inteligentes, descripciones minuciosas y una estructura que sabe mantenernos junto a los personajes que nos presenta
Al acabar, tenemos la sensación de que falta algo, por supuesto. Pero también el convencimiento de que hemos leído una excelente novela, engañosa por una falsa sencillez, como mucho de aquello a lo que nos ha acostumbrado este autor japonés en los últimos años.

17 noviembre, 2008

G. K. CHESTERTON


EL HOMBRE QUE ERA JUEVES. (Una pesadilla)



(The Man Who Was Thursday – A Nightmare).
G. K. CHESTERTON.
Traducción de Alicia Bleiberg Muñiz.
Alianza Editorial S.A.
Prmera edición en “Libro de bolsillo”: 1987.
Edición 2007.
ISBN 978-84-206-6676-1

Gabriel Syme es un detective-poeta. Enrolado en la policía de modo poco habitual, se infiltra en un grupo anarquista con la misión de desarticularlo. Miembro del Gran Consejo, presidido por el Domingo, cada uno de sus componentes tiene su nombre en clave asimilado a un día de la semana. Syme es, pues, el Jueves.
Tras diversas peripecias, en las que cada uno de los temibles anarquistas se va desvelando como miembro de la policía, nos encontramos con la paradoja de que todos persiguen a todos, perteneciendo, sin embargo, al mismo bando. Sólo queda Domingo, el Presidente omnipotente y omnisciente, al que el grupo intentará dar caza… pero todo es una pesadilla.

Increíble novela del polemista, ensayista y polifacético Chesterton. Increíble porque, a pesar de su aparente simplicidad y del candor decimonónico con que es desarrollada, oculta en ella innumerables citas y reflexiones – muchas de ellas en forma dialogada – sobre el hombre, su misión en el mundo, su dependencia de la divinidad y sus enormes contradicciones.

Buscando en la Red encuentro la primera edición (imprimible) de la obra, escrita en 1908 y editada en España por primera vez en 1922, con prólogo de Alfonso Reyes de 1919. La curiosidad me hace cotejar diversos párrafos de dicha edición con la de Alianza. ¡Qué cantidad de distintos y, a veces, contrapuestos matices entre una traducción y otra. Tantos que me ha picado el interés de modo que pienso releerla haciendo una lectura comparada de ambas ediciones. Por lo que he podido comprobar hasta ahora merece la pena conocer ambas ediciones (sin hablar del prólogo de Reyes que es una obra de arte en sí mismo).

Quizás sea aventurar demasiado, pero en ella se bosquejan las primeras directrices del existencialismo posterior.
Toda ella se desarrolla en una perpetua dualidad: la lucha del bien y del mal, el enfrentamiento entre la posible libertad de la voluntad y la existencia de un mal masivo, irracional.
Es curioso que el orden y el caos se den la mano y que sus personajes oscilen entre ambos papeles en ciertos momentos, volviendo a los roles que Chesterton les concede, incluso con cierto enfado.

Recoge simbologías tan eternas como la religiosa y la política y hay que leer despacio para comprender y conceder a cada uno de sus maltratados personajes la personalidad que les toca representar en este juego.
Porque de un juego se trata. Un juego muy sabio que Chesterton sabe ofrecernos pero que nosotros tenemos que esforzarnos ciertamente en desvelar.

No hay que perder de vista a ese presidente que para mí no es otro que la imagen de Dios, a quienes los actores buscan para descubrir qué coño hacen en el mundo, en la novela y en la vida al fin y al cabo.

No es esta obra en absoluto desdeñable. Al acabarla puedes preguntarte : “¿Esto es todo?” Y puedes quedarte así, en la anécdota, en la historia extraña, en el sabor de una aventura policiaca y absurda sin más. Pero todos los absurdos, toda la aventura, todos los diálogos, pueden tener una doble y hasta triple lectura sin llegar a cansarte por ello.
Y puedo asegurar que si se relee, los matices se hacen más sólidos, la perspectiva se aclara y te das cuenta de que te has enfrentado a una de las mejores obras – y de las más engañosas – del siglo XX.
Una obra, pues, no sólo recomendable, sino imprescindible.

Chesterton en sí es todo un personaje. Nacido en 1874, fallecido con sesenta y dos años, nos deja un enorme caudal de trabajo (no sé dónde he leído que ni siquiera la Biblioteca Británica ha conseguido recopilarlo todo).Autor más conocido por las aventuras del padre Brown, si alguien quiere conocerlo personalmente sólo tiene que escavar en las filmotecas hasta encontrar (jeje, misión casi imposible) la película Rosy Rupture, filmada en 1914 donde aparece este autor en algunas escenas. De paso, si el espectador permanece atento, podrá rendir culto a G. B. Shaw, otro actor del reparto de ese curioso film.


06 noviembre, 2008

CARSON McCULLERS.



EL ALIENTO DEL CIELO.

Carson McCullers.
Editorial Seix Barral. Biblioteca Formentor.
Prólogo de Rodrigo Fresán.
Traducción José Luis López Muñoz y María Campuzano.
ISBN 978-84-322-2820-9.
Primera edición: Septiembre 2007.
540 pp.

Tropecé con Carson McCullers tras leer a William Faulkner.
Ciertos críticos han establecido una “escuela sureña” a la sombra de este autor. Y entre sus representantes más nombrados, Katherine Anne Porter, Flannery O`Connor, Eudora Welty y Carson McCullers.
Posiblemente sea cierto, pero también lo es que los estilos y las temáticas de cada una de ellas difiere de las de las otras en lo suficiente como para establecer identidades muy distintas y creo que, con más razón, no generalizar en “escuelas”.
Irrumpí en ella, como ella en la novela, de la mano de “El corazón es un cazador solitario”. Ni que decir tiene que me encantó.
Por eso, cuando encontré “El aliento del cielo” no esperé a que nadie me lo regalase. Y menos aún a que una benéfica editorial se dignase mirar en un listín telefónico y, por azar, me designase a mí como lector y crítico aficionado de su obra recién publicada.
Y no me arrepiento, porque este libro me ha deparado numerosos momentos de placer literario. Creo que es imprescindible para conocer a su autora.
Se recogen en él todos sus cuentos (diecinueve), aunque el prologuista nos advierte de que falta uno, que todos los editores han considerado siempre totalmente prescindible (“The long March”) y completan el volumen sus tres novelas cortas (Reflejos en un ojo dorado, La balada del café triste y Frankie y la boda).
El libro no tiene desperdicio.
Habrá quien diga que son cuentos sin sustancia, que no llevan mensaje, que no nos ofrecen una moralina y que la trama es, a menudo, inconsistente. Puede ser cierto desde su óptica.
Pero yo, al leerlos, he disfrutado con las descripciones de paisajes, la indefinible y, sin embargo, excelente definición de las personalidades de sus protagonistas, la minuciosa y sensible intensidad de los momentos narrados, el color y el calor del sur, la miseria y el aburrimiento de la vida sacrificada a nada, los sueños venidos a menos de los actores de esos pequeños dramas que inundan la novela y que hacen, de su lectura, una experiencia inolvidable.
En resumen, un libro hermoso y que merece la pena leer.

Carson McCullers (1917 – 1967) que vive, como muchos genios de la literatura, una vida atormentada entre la enfermedad que arrastrará toda su vida y unas relaciones sentimentales tormentosas a las que se añade una sexualidad “bipolar” tan intuida al principio como declarada más tarde, busca como defensa, refugio o pura supervivencia, la literatura. Juega o lucha, pues, con la enfermedad, con las decepciones y con el alcohol. Y de este cóctel explosivo surge una gran narradora de lo cotidiano, de la miseria de las clases desfavorecidas, de la infancia, de los sueños y de las tardes calurosas en el sur, salpicadas de cafés oscuros y de personas a las que desnuda y de las que nos enseña el misterio que a todas mantiene vivas y que no es nada más que el amor. Amor a la tierra, a la casa solitaria que se levanta en una colina, a la familia, a las personas repletas de contradicciones e imperfectas física o anímicamente, a los viajes de quienes nunca han podido mirar más allá de un campo de maíz o de la calle principal y polvorienta de un pueblo destartalado. Todas estas cosas, de forma suave, sin saltos y a veces casi con monotonía, es lo que Lula nos muestra.
Pero con tanta calidad, que ella misma no se priva en proclamar en cierta ocasión:
“Yo tengo más que decir que Hemingway, y Dios sabe que lo he dicho mejor que Faulkner”.
Y no miente cuando se autocalifica de este modo zahiriendo, de paso, a los grandes de la literatura norteamericana.

09 julio, 2008

EUGENIO SUÁREZ GALBÁN-GUERRA

CUANDO LLEVABAMOS UN SUEÑO EN CADA TRENZA.

Editorial Kailas
Colección Serie Ficción

1ª Edición 2007
ISBN 13: 978-84-89624-27-6
226 páginas

El bar de Lucio, perdido en un barrio madrileño, es el punto de reencuentro de un grupo de amigas que lo frecuentaban en su juventud y que ahora, en la madurez, sirve para que cada una de ellas desgrane ante las demás sus sueños, sus vidas, sus problemas y sus decepciones. Todo bajo la atenta – y curiosa – mirada del propietario del mismo, que las acompaña mentalmente en sus conversaciones, enjuicia en silencio y se explica – o más bien explica al lector - el por qué de algunas situaciones de los personajes.

Paralelamente, las disquisiciones de una monja, anciana y rebelde, ponen sobre la mesa, o en el texto, la enorme cantidad de obstáculos que, moralmente, se presentan para conseguir ser un buen cristiano (o una buena cristiana) incluso a pesar de la Iglesia. La hermana Patrocinia nos hila sus recuerdos en el tiempo presentándonos, de forma muy crítica a la vez que lógica, la evolución de las creencias a lo largo de nuestra Historia cercana, desde la época republicana hasta hoy.

* * * * * *

Después de leer una novela, tengo la mala costumbre de curiosear en la Red qué se respira sobre dicha obra. En este caso, la realidad es decepcionante. Dos o tres reseñas (ésta, claro, será una más) que no dicen nada, que se repiten – o se copian - de una a otra, transcripción literal casi de la contraportada del libro.

Éste, como algunos de los que he leído últimamente, es un “libro de mujeres”. Siempre me ha llamado la atención lo que muchos damos en llamar “el mundo de las mujeres”. Y no hay mujeres más dispares en esta novela que Puri, Trini, Pili, Mari, Yoli o Loli. Pero, aún en su disparidad, no me llegan a calar. Quizás yo no haya sabido llegar a ellas, ponerme en su lugar, pero sus historias me quedan algo lisas, desenfocadas y un tanto irreales. Como contrapunto de la farsa, cual violón de una orquesta, con voz profunda y dominante, la hermana Patrocinio hilvana su historia, independiente, paralela y contundente.

Hay, pues, que distinguir dos hilos narrativos:

El de las mujeres que se reúnen periódicamente en el bar a contar sus historias, a hablar de ellas y de las demás, unas veces de modo superficial, otras implicándose más en los problemas de sus amigas o pidiendo a éstas que se impliquen en los suyos. Este hilo me parece demasiado costumbrista, a veces obvio y, en mi opinión, demasiado estereotipado. Aunque quizás esa sea la intención del autor; mostrar cómo todo se mueve por estereotipos, encasillamientos de los que es difícil salir y rutinas de las que es casi imposible salvarse.

El otro hilo, más sólido pero a primera vista menos importante, me ha gustado, sin embargo, bastante más. La monja plantea cuestiones históricas, teológicas, inquietudes intelectuales, monólogos que algunas veces “rozan la herejía”, presentándonos una historia de la Iglesia que resulta bastante más interesante que muchas de las confesiones de los personajes del otro hilo argumental.

Me gusta, pero me confunde, el cameo literario que construye el autor en las últimas páginas, así como la intersección, para mí algo forzada, de los personajes de ambas historias en esas páginas citadas y que, a mí, me han costado un poco leer.

Según mi criterio, pues, es un libro hasta cierto punto descompensado. Las dos historias no tienen la misma fuerza, no están tratadas quizás con la misma intensidad.

Pese a ello los personajes, todos mujeres (si exceptuamos a Lucio, el dueño del bar, el “pepito grillo” o “la memoria de éstas”) se enfrentan a una misma situación: el descontento entre los sueños, las esperanzas de su juventud y la realidad demoledora de sus tristes vidas actuales.

Todos somos rehenes de nuestros sueños Quizás por eso, ellas evocan, con cierta envidia mezclada con tristeza, aquel pasado en el que, resumido en el título del libro, “llevaban un sueño en cada trenza”.


(Publicada en la web www.ciberanica.com)

JULES VALLÉS

EL NIÑO / EL BACHILLER / EL INSURRECTO (Trilogía de Jacques Vingtras)

Editorial ACVF
Madrid 2006 - 2007
Traducción de Manuel Serrat Crespo
ISBN: 84-935265-1-7; 84-935265-2-5; 84-935265-3-3
318 pp, 350 pp, 320 pp.

LA VIDA.
Es difícil hablar de Jules Vallès sin antes retratar someramente al autor y, paralelamente, a su obra. Expongo, pues, cómo nace, crece y culmina, esta excelente trilogía.

En el exilio, por su activa participación en la Comuna de 1871 se ve obligado a huír a Bélgica y después a Londres. Un exilio marcado por una condena a muerte por contumacia.

Tras la muerte de su hija de pocos meses, Vallés evoca su vida infantil y escribe el primer volumen de su famosa “Trilogía de Jacques Vingtras” (alter ego del autor), “El niño”, publicándola por entregas en 1878 (una costumbre muy de la época) en el periódico Le Siècle, curiosamente prohibido por la misma Comuna durante la revolución, bajo el pseudónimo de La Chaussade.

En 1878 escribe Vingtras II (retitulada “El bachiller”). Publicada de igual manera que “El niño”, en 1879, bajo el pseudónimo de Jean La Rue.

Muerto en 1885 y enterrado en un acto multitudinario en el famoso cementerio de Père-Lachaise, la tercera parte de la trilogía, “El insurrecto”, aparece en 1886. (interesante, la dedicatoria de este volumen: “A los muertos de 1871. A todos aquellos que, víctimas de la injusticia social, tomaron las armas contra un mundo mal hecho y formaron, bajo la bandela de la Comuna, la gran federación del sufrimiento, dedico este libro”.

Muere, pues, con 53 años, víctima de la diabetes y según dicen, sus últimas palabras fueron: “Yo he sufrido mucho”.

LA OBRA.

Unas memorias, mitad recuerdos, mitad panfleto revolucionario, que recogen las vicisitudes de Jacques Vingtras (JV = Jules Vallès) desde su infancia hasta los sangrientos sucesos de la Comuna de 1871.

En el primer tomo narra sus vicisitudes de niño, de escolar, con una madre posesiva y un padre que, para mantener a la familia, soporta todas las humillaciones que, por su cargo, se ve obligado a aceptar en un puesto educativo de los menos considerados en el sistema educativo francés de la época. Se insinúa en esta obra su amor por los libros, la escritura… no es difícil reconocer en sus líneas su camino revolucionario, vindicativo de libertades.

En el segundo, “El bachiller”, nos expone el encuentro con su libertad, una libertad ficticia por cuanto depende de ayudas de sus padres, posibles “becas” y herencias mínimas inesperadas. Sus estudios se van viendo influenciados, así como su postura político-social, por los sucesos de 1850.

El tercer tomo, el más intenso, desemboca en su pelea, personal y pública, contra el sistema establecido, al que considera injusto. Partícipe activo de la lucha de la Comuna, una revolución provocada por la guerra franco-prusiana, un “¡basta ya!” de las clases desfavorecidas contra el Sistema, una ilusión que acaba con miles de muertos por la libertad. Es un libro vertiginoso, en el que cuesta un poco ponerse en situación, relacionar acontecimientos, pero el más interesante, a mi parecer, de los tres.

Jules Vallès, al que no había leído hasta ahora (lo siento), me recuerda, en una extrapolación temporal, geográfica e histórica a Arturo Barea con su “La forja de un rebelde”. quizás por ser una trilogía y porque en ambas la construcción temporal es similar. Ambos dedican un primer volumen a su infancia, un segundo a su adolescencia-juventud (Vallès estudia. Barea combate en África) y un final revolucionario (Vallès en la Comuna. Barea en la guerra civil). Pero ahí acaban las similitudes.

Centrándonos en Vallès, en su primera obra se enmascara relativamente, permitiendo así la ironía y la mistificación. En las siguientes va olvidando paulatinamente esta protección para inflamarse de espíritu revolucionario y modificar, a ojos del lector, tanto a la obra como al autor de ésta. Enfrentado al Segundo Imperio, su lectura nos presenta a un Vallès auténtico, transparente y sincero.

En las tres, su forma de escribir parece que implica al lector, forzándole a dar su opinión (una opinión que, por otra parte, se inclinará obviamente hacia la Libertad y el Derecho)

Es curioso cómo transmite al lector la relación del novelista y de su supervivencia en la época. Todos los escritores, incluso ahora, juegan entre la prensa y la novela. Y lo que es válido actualmente sirve igual para aquel siglo. Los escritores de esa época, ante la imposibilidad de publicar sus obras, se vuelcan en la intervención periodística, único medio de subsistir que muchos de ellos encuentran. Vallès, como tantos otros, así lo hace y lo declara sin problemas. Muchos de ellos generan una justificación creíble creando la figura del genio incomprendido y condenado por los acontecimientos a las columnas de los periódicos. Pero estos mismos periódicos son, a la vez, talleres literarios, consecuencia a la que Vallés no es ajeno pues la experimenta en sí mismo, abriendo paso a corrientes estéticas y culturales del siglo XIX e inicios del XX.

Periodista, escritor y editor (el más famoso periódico creado por él es “Le Cri du peuple”, además de algunos otros en épocas determinadas), Jules Vallès es un autor imprescindible para leer, tanto para conocer la evolución histórica de un país en el siglo XIX como para, y más importante para mí, observar y admirar el desarrollo personal de un hombre que, aún hoy, es venerado y homenajeado por muchos de los que pelean, sufren y siguen peleando por los derechos humanos, aunque sea desde la pequeña parcela de su propia libertad individual.

(Publicada en la web www.ciberanika.com)

19 mayo, 2008

NORMAN MAILER


EL CASTILLO EN EL BOSQUE.
(The castle in the Forest).

Traducción de Jaime Zulaika.
Editorial ANAGRAMA. Barcelona.
1ª edición: noviembre 2007.
Rústica. 22 x 14. 522 pp.
ISBN: 978–84–339–7460–0.


Norman Mailer nace en Long Branch el 31 de enero de 1923.
De una enorme personalidad, su vida está plagada de hechos relativamente luctuosos, matrimonios fracasados y enfrentamientos (verbales y físicos) con representantes del arte, la literatura y la política de su país.
Abanderado de lo políticamente incorrecto, se opuso frontalmente al establissment de su país, denunciando el totalitarismo intrínseco del poder de EEUU tanto en su política interna como en la exterior, lo cual no dejó de acarrearle serios disgustos (su oposición a la guerra de Vietnam le llevó a la cárcel). Considerado el espíritu crítico del país, y ganador de tres Premios Pulitzer así como de otros galardones, su fama y sus opiniones le llevaron a ser calificado como “el último cerdo macho patriotero” según Kate Millet.
Admirador de Truman Capote, en una extraña relación amor-odio que perduró en el tiempo, no duda en calificarlo como “el escritor perfecto de mi generación”.
A la vez, se ve rodeado de sonados escándalos como desafiar a puñetazos a William Styron, agredir a Gore Vidal o el apuñalamiento de su segunda esposa en una noche de alcohol que le ocasionó pasar una temporada en un psiquiátrico.
Indudablemente, un personaje variopinto, difícil, a veces incómodo, visceral e incluso violento, aunque todas las descalificaciones que, desde siempre, recibió, acrecentaron el poder de la palabra escrita que desarrolló en toda su obra.
Fallece en New York el 10 de noviembre de 2007.

* * * * * *

Me encontré con Mailer, hace ya algunos años, cuando llegó a mis manos (porque lo pagué, claro) su obra “Los desnudos y los muertos” (de esta misma editorial), un extraordinario relato sobre la campaña del Pacífico, su primera novela y la que le encumbró a la fama. Sinceramente, además de impresionarme, creo que nunca más (al menos en ese género) consiguió la altura que alcanzó con ésta.

Ahora acabo de leer “El castillo en el bosque”, una mezcla de novela, relato histórico y ficción sobre la infancia de Adolf Hitler y la influencia que el Maligno, de mano de uno de sus diablos, ejerce en la formación del futuro Führer manipulando sueños, conciencia y familia y encaminándolo al resultado que históricamente todos conocemos. En su portada, un pasquín de propaganda antinazi americano de época. Una niña sobre una esvástica de fondo y la leyenda “Deliver us from evil” no puede ser más representativa. En su fondo, la novela recoge lo que algunos escritores ya habían desarrollado tiempo atrás: el mundo es un escenario de la lucha entre Dios y el Diablo, y en esa lucha, ambos personajes utilizan y manipulan a los humanos para conseguir salir victoriosos en algo que no tiene fin: la lucha entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas (¡que figura literaria más original, ¿verdad?)… una lucha que existe dentro de la misma Humanidad y desde que ésta evoluciona y es capaz de pensar.
El retrato que de Alois, el padre, de Klara, la madre y sobrina del primero, así como del propio Hitler que presenta Mailer, no es novedoso en sí. No en vano utiliza acreditadas fuentes biográficas como Alan Bullock o los ya clásicos estudios y memorias de Fest, Goebbels, Hanfstaengl, Hoffmann, Kershaw, Kubizek, Nietzsche, Smith o Trevor-Roper (para los interesados, les remito a las páginas de bibliografía, ya de por sí un ensayo sobre el personaje). Pero sí es novedoso el enfoque, el relato que, en primera persona, desarrolla ese diablo (reencarnado en un tal Dieter, SS de la Sección especial IV-2) y cómo va dejando pistas y referencias para hacernos comprender, o creer, lo que Mailer se propone desde un primer momento: demostrar que los personajes diabólicos no son más que el resultado de innumerables y, a veces, intrascendentes acciones que les marcan en la infancia (aunque aquí sean inducidos por Satanás) y les hacen ser lo que son en la edad adulta (y como ya he dicho antes, meros instrumentos de la eterna lucha entre la divinidad y la malignidad). Narraciones al hilo, como las bodas del zar Nicolás II o el asesinato de la emperatriz Sissi parece que no tuvieran nada que ver con el hilo principal de la trama. Tampoco las lecciones que, sobre la cría de abejas, se desarrollan a lo largo de muchas páginas (la colmena no es más que el libro de texto del que el futuro Führer va a extraer las consecuencias de la comunidad nacional, del destino conjunto, de la empresa común…)
Sin embargo, todas esas digresiones consiguen dar un fundamento, variedad y agilidad a la obra que hacen que, al llegar a sus últimas páginas, nos quede la sensación de que hemos leído un buen libro, uno más de los que, de haber existido ya en los años 30, hubiera sido expurgado de las bibliotecas alemanas y quemado en una de tantas hogueras con las que las organizaciones estudiantiles y las SA jalonaron Alemania en aquellos sordos años en los que la cultura cedió su puesto a la obediencia suprema, el pensamiento libre fue arrancado de raíz, la colectividad venció al individualismo crítico y sólo quedaron unas directrices del Partido que llevaron a Alemania a la noche más larga y más oscura de todas. Su noche más triste de la Historia.

Obras fundamentales del autor.

Advertisements for Myself. 1959.
América.
Antología mínima.
Caníbales y cristianos. 1966.
Costa bárbara. 1951.
Crónicas presidenciales. 1963.
De las mujeres y su elegancia. 1980.
Días de gracia y arena.
El castillo en el bosque.
El evangelio según el hijo. 1998.
El fantasma de Harlot. 1991.
El negro blanco. 1958.
El parque de los ciervos. 1955.
El tránsito de Narciso. 1978.
Enduring justice.
La canción del verdugo. 1980.
Lo esencial.
Los desnudos y los muertos. 1948.
Los ejércitos de la noche. 1968.
Los papeles presidenciales. 1963.
Los tipos duros no bailan. 1984.
Maidstone, un curso de realización cinematográfica. 1971.
Marilyn. 1973.
Miami y el sitio de Chicago. 1969.
Modest gifts.
Noches de la antigüedad. 1983.
Oswald: un misterio americano. 1996.
Picasso, retrato del artista joven. 1996.
¿Por qué estamos en guerra?
¿Por qué estamos en Vietnam? 1967.
Prisionero del sexo. 1971.
Rey del ring.
San Jorge y el padrino. 1972.
The deer park. 1955.
The spooky art.
The time of our time. 1998.
Un fuego en la luna. 1970.
Un sueño americano. 1964.

05 mayo, 2008

HARUKI MURAKAMI.

SAUCE CIEGO, MUJER DORMIDA.

Haruki Murakami.


Tusquets Editores. Colección Andanzas nº 649. Barcelona.

Febrero 2008. 1ª edición.


Traductora: Lourdes Porta.

ISBN: 978-84-8383-047-5

Rústica. 22,5 x 15. 386 páginas.

Murakami siempre me sorprende. Desde su primer libro que leí, “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” hasta esta serie de veinticuatro cuentos, pasando por Tokio Blues. Norwegian Wood. (Sí, ya sé que me quedan algunas muy importantes como “Sputnik, mi amor”,” Al sur de la frontera, al oeste del sol”, “La caza del carnero salvaje” o “Kafka en la orilla” – ¡qué bellos títulos! - , pero nadie es perfecto, aunque algunas de ellas las tengo esperando en la zona de “leíbles”).

El autor: Según sus críticos, Murakami empezó tarde en la literatura (él mismo comenta que viendo un partido de beisbol decidió escribir), pero nunca es tarde si la dicha es buena. Amante casi obsesivo del jazz (lo comprendo), su afición a este género musical le hace plasmar en sus novelas numerosas referencias al tema. Es normal, claro.

Admirado por unos, vilipendiado por otros, cualquier persona que sobresale en alguna de las artes deberá enfrentarse a esa contradicción. El caso es no hacer caso (redundancia) de ello.

La obra: Veinticuatro cuentos. En un programa literario, hablando de esta obra, uno de los participantes resumía su crítica, antela aquiescencia del director de éste, diciendo algo así como “24 misterios que hay que desentrañar para obtener toda la sustancia de lo que Murakami escribe”. Personalmente no pienso que sea así.

Es cierto que cada relato es un misterio. En cada uno de ellos aparece un hecho inexplicable, desconcertante. Pero que nadie busque desvelarlo al final de cada historia. Los misterios están ahí como la ensalada en las comidas. Casi como un acompañamiento, la sazón que se añade, el darle buen sabor. Pero, al final, cada cuento es sólo el reflejo de una opresiva, obsesiva e inevitable, rutina diaria.

Llego a la conclusión de que, en esos relatos, Murakami expone el vivir por el vivir, sin solución. Oportunidades perdidas, paraísos soñados y nunca desvelados, escaleras que se suben peldaño a peldaño sin más, hasta llegar al último y encontrarse con que el piso superior no difiere en gran medida del inferior. (Sin valorar que es un compendio que abarca desde sus primeros cuentos – harto deficientes – hasta los últimos, perfilados y elaborados con mimo como si de un bonsái se tratara)

Pero así es el autor. Con complejidades, pero sin soluciones.

Cada cuento está estructurado con un misterio que está ahí porque sí, como cada una de esas incógnitas en las que nosotros, personajillos de a pie y no literatos, nos encontramos día a día. ¿Se resuelven? No, posiblemente; o al menos, en su mayoría. Se quedan como asignaturas pendientes, como peces enganchados a un anzuelo que no tienen más relevancia que la de extraer un ser de un medio misterioso, oculto y que desconocemos en gran medida: el océano.

Y ahí está el interés de Murakami; con su complejidad teñida de simpleza o viceversa. Mas, ¿quién es capaz de bucear en el océano?

De una u otra manera el verbo, fluido y atractivo, el ambiente, con pinceladas de ese exotismo oriental, y las situaciones, impregnadas de una filosofía que nos transciende a los occidentales, hacen de la obra un volumen que es digno de leer.

Cuando lo acabemos podremos decir “mucho rollo” o “extraordinaria”. No importa; de una u otra manera entraremos dentro de uno de los dos grupos de los que hablé anteriormente.

Personalmente, a mí me ha gustado. Bastante.

Y para mí (redundancia), con eso es suficiente.

Seguiré siendo un incondicional de su obra.


16 abril, 2008

ÁNGELES MASTRETTA


MARIDOS.

Ángeles Mastretta,

Editorial Seix Barral. Biblioteca Breve.
1ª edición. Noviembre 2007.
23 x 13,5. 259 pp.
ISBN 978-84-322-1245-1

La encontré por casualidad, al azar, despistada y confusa entre un montón de libros recién salidos de las prensas y expuestos en forma simuladamente anárquica encima de una mesa que era, a la vez, expositor y catafalco, principio y fin de muchas esperanzas literarias.

Allí descansaba Ángeles Mastretta. Y sin ella saberlo, sin presentirlo y en contra de mi propia voluntad me arrancó la vida haciéndome, desde ese momento, un incondicional de ella misma expresada en un desordenado alfabeto. Su feminismo suave – en aquel momento – haciendo protagonistas de una vida a la esposa de un General, cautivó mi interés.

Quizás incluso me enamoré de ella, o de la protagonista de aquella novela que se abrió en mis manos hace ya veinte años.

Pero los amores no son correspondidos por quien ignora tu vida.

Y, al paso del tiempo, como en un hechizo, sucumbí al mal de amores. Era lógico, se veía venir y, por supuesto, totalmente previsible. Con ese mal vinieron los celos. Cada vez que me encontraba con ella, olía ciertamente a García Márquez. El coronel Aureliano Buendía se me presentaba transformado en Daniel Cuenca, el amor de juventud de Emilia Saurí, una gran mujer que compagina sus dos amores en un velado triángulo amoroso que domina la protagonista. El feminismo sigue flotando en el ambiente de un México de principios del siglo XX, una época en la que ser feminista debía ser tan difícil como ahora presumir de no serlo.

La rondé y pasé, cogido de su brazo, ante mujeres de ojos grandes, rectoras de sus propias vidas y de sus decisiones, erradas o no. Yo, cohibido, evitaba mirarlas demasiado tiempo, intentando así la ilusión de evitar las murmuraciones.

En el calor del atardecer de Puebla nos dijimos nuestras confidencias, como oraciones buscando el corazón del otro. Ella, obsesionada con la vida, ansiosa de vivirla me contó sus secretos, me convenció de que la vida era para vivirla, para asombrarse con cada una de las nimiedades y contradicciones que ésta nos presentaba a diario. “En conclusión, – me dijo antes de que pudiese respirar hondo y desasirme de su hechizo – el cielo de los leones a veces es inalcanzable, cariño mío”.

Rendido, pues, a sus pies, le pedí que me dejase vivir con ella, despertar en sus sueños, oír de sus labios algunas frases hermosas.. . y entré en el clan de los Maridos.

Y en él estoy. He sido, desde entonces, veleidoso, olvidadizo, interesado, enamoradizo, consentido y consentidor, feroz y cobarde, machista y feminista,… He sido tantos hombres, casi todos prescindibles, que ya ni me acuerdo. Y ella ha sido todas las mujeres que pude uno imaginar. Fuertes, débiles, dependientes e independientes, madres, esposas y amantes, pero siempre, o casi, la columna vertebral y el eje principal de cada una de las familias que formamos y a muchas de las cuales yo abandoné.

Cuando terminé de leerme en Maridos, sentí que Ángeles se había vengado de mí en todos los hombres. Y había clamado justicia en todas las mujeres. Un poco injusto, a mi modo de ver, pero encantador, como ella es y como así me había construido en este nuevo libro que acabo de cerrar, de suspírarlo y de recoger de él, como frutas maduras, algunas de las frases más crueles y, a la vez, más bellas que pudiera oír un enamorado de labios de su amada.

Antes de dormirme miro la media naranja absurda de la portada del libro, susurro un “gracias, Ángela”, cierro los ojos y le envío tres besos en silencio de los que sólo ella ha de tener conciencia y yo… poca ciencia.