Editorial Tusquets. Colección Andanzas.
1ª edición en español. Octubre 2008.
ISBN 978-84-8383-101-4
Un nuevo libro, esperado, de Murakami.
Un Murakami que nos llega de la mano de Tusquets y que se ha convertido en autor de culto, si no de moda, en nuestro país.
Promocionado en todos los medios, una de sus últimas entrevistas a las que tenemos acceso aparece en Qué Leer del mes de noviembre.
La novela, editada originalmente en 2004, conoce desde entonces numerosas traducciones a diversos idiomas recalando en nuestro país al cabo de cuatro años, primero en gallego y un mes después en castellano.
El espacio temporal que abarca en sus 248 páginas no llega a siete horas (desde la medianoche hasta las siete de la mañana). El espacio físico se circunscribe a un barrio de Tokio cuando la noche es la reina y por sus calles deambulan, cuanto menos, enigmáticos personajes.
Murakami establece una especie de juego, un “vidas cruzadas” donde la trama va entrelazando acciones, episodios, pensamientos, conversaciones y personajes.
Mari, la chica que lee en un bar; Takahashi, estudiante y trombocista en una banda que ensaya de noche, admirador de Curtis Fuller (de una de cuyas obras el autor extrae el título); Eri, la bella durmiente oriental, hermana de Mari, que un buen día dijo de dormir y nunca despierta; Kaoru, la vigilante de un love-hotel, Alphaville, (Jean-Luc Godard aparece en el horizonte con su obra que da nombre al hotel); Korogi, chica de la limpieza en ese hotel; Shirakawa, el inquietante informático que destroza sus horas de sueño en su oficina cuando no le da por destrozar la vida de una prostituta china, empleada por la Mafia en el negocio del sexo…
La verdad s que no son demasiados personajes. Pero en sus idas y venidas, en su quehacer nocturno, nos construyen un mundo extraño (lo nocturno siempre ha tenido algo de prohibido) en el que nos sumergimos con el entrañable y aparentemente sencillo estilo narrativo de H.M.
Cuando abrimos sus primeras páginas nos da la impresión de estar leyendo un guión cinematográfico. En él, una tercera persona, omnisciente, nos conduce por todos lados, nos introduce en la habitación de Eri, que duerme plácidamente, nos hace rozar la otra parte del espejo, como a Alicia… y nos crea un interés en lo que, repito, parece ser nada pero que nos mantiene en un suspense continuo, con una sensación de peligro que no se disuelve hasta que llegamos al final.
Son historias abiertas, que no acaban, que nacen, se mantienen un tiempo y desaparecen, inconclusas, tras una esquina del barrio. Quizás sea eso una de las cosas que nos crean inquietud. La otra, algunos de sus personajes. Shirakawa merece un castigo, pero desaparece de la obra rumbo a su casa en un taxi. Un extraño personaje permanece fijo en Eri (otro guiño, éste creo que a Paul Auster en “La noche del oráculo” ) desde una habitación vacía abierta en la pantalla del televisor. ¿Qué hace? ¿Qué espera? ¿Quién es?
El realismo mágico, si puede llamarse así, está presente en ciertos momentos, haciendo la novela aún más atractiva.
Murakami utiliza diálogos inteligentes, descripciones minuciosas y una estructura que sabe mantenernos junto a los personajes que nos presenta
Al acabar, tenemos la sensación de que falta algo, por supuesto. Pero también el convencimiento de que hemos leído una excelente novela, engañosa por una falsa sencillez, como mucho de aquello a lo que nos ha acostumbrado este autor japonés en los últimos años.