02 octubre, 2013

TIMUR VERMES










HA VUELTO.
Timur Vermes.

Traducción: Carmen Gauger.
Editorial Seix Barral.
B. Septiembre 2013.
383 pp.

ISBN. 978-84-322-2036-4






Cuando en  una revista de novedades literarias leí la reciente publicación de esta novela, como en otras ocasiones, la anoté rápidamente en el mini cuadernillo que utilizo al efecto para buscarla en mi librería habitual.
Obviamente, cuando la busqué, y siendo una novedad de pocos días antes, no se encontraba físicamente en ella, puesto que las estanterías y los expositores se destinaban a ser ocupados con la docena de best sellers que la crítica y las editoriales se empeñan, mes a mes, en que leamos.

Comercialmente parece más rentable al librero buscar en el ordenador y posteriormente, como quien descubre el fuego, decirme: “Lo tengo. Puedo tenerlo aquí en un par de días”.
Ufano, chasca la lengua insinuando: “¡Toma ya! A ver si superas mi efectividad”. Me da pena desencantarlo, miro los estantes, sonrío y, naturalmente, dos días después me cuesta otro viajecito al Templo a recoger lo que podría haber estado en su día allí, in situ. ¡País!

Ya lo he leído, pues.
Y me ha sorprendido gratamente por varias razones. El soporte físico, aunque muy normal, es cómodo, la letra de un tamaño razonable, sus proporciones, cuanto menos, llaman la atención…

Dentro, Timur Vernes desarrolla todo un nuevo espacio histórico despertando a Hitler (sí, él, el dictador) en un descampado berlinés 66 años después de su muerte real. Pero en la novela, el Führer, para los nostálgicos, sólo ha sufrido un inexplicable “estar en el limbo” desde aquel terrible 1945.
Aparece de repente y, con “casi” el mismo esquema mental que el de aquellos años, se encuentra, se sorprende y actúa sobre las innumerables incongruencias y desatinos que el siglo XXI ofrece. Incongruencias o desatinos a sus ojos, claro, que ofrecen al autor la posibilidad de criticar abiertamente – aún por boca de A.H. – todo ese entramado que se ha montado sobre los grandes mitos sociales del nuevo milenio.

Una obra amena, excelentemente resuelta, claramente expositiva y profundamente crítica a la vez que mordaz, que hace que el lector pueda reírse con los problemas y las, a veces, fáciles soluciones que estos pueden presentar.
Inquieta un poco saber que en Alemania, este personaje “prohibido” aún levanta la suficiente polémica como para ser, el libro, un fenómeno literario del año (palabras de la editorial) y que se anuncie tanto su publicación  en varias docenas de países así como el proyecto de rodar una película.

Y a muchos puede sorprender, y a algunos asustar, esa especie de “revisionismo” disfrazada de sátira que se encierra en tan solo cuatro palabras con las que casi se cierra el libro:
“No todo fue malo”.

A veces disparatada, otras incongruente y otras muchas lógica, recomiendo su lectura.
Igual así apreciamos que en el campo no sólo hay hierba sino muchas otras plantas, más y menos importantes, que dan variedad y matizan  frente a la monocroma versión que hasta ahora conocíamos de lo que nos habían dicho cómo era un prado.

30 septiembre, 2012

NICOLE KRAUSS







LA GRAN CASA
Nicole Krauss.

Traducción: Rita da Costa
Editorial Salamandra.
B. Septiembre 2012.
348 pp.

ISBN: 978-84-9838-479-6





Hace bastante tiempo que no huello con mis palabras estas páginas.


No es que, entretanto, no hayan cruzado mi camino libros que mereciesen la pena ser reseñados, no.

La vida diaria, la cotidianidad (palabreja que es tan de mi gusto) exige su tributo y a ella, por desgracia, nos rendimos mecidos en su suave corriente y adormecidos por las leves exigencias que de nosotros requiere y que, posiblemente, sean el engaño o el refugio-excusa perfecto del perezoso. El río de la vida considerado en sus meandros más amplios y plácidos.

Pero hay días en los que, al despertar, el alma te denuncia tu actuación, te enfrenta a ti mismo y a tu nula proyección, te saca los colores y te avergüenza. Te exige que, como Lázaro, te levantes y andes. Aunque sea a pasitos cortos, renqueando.

Hoy acabé esta obra, “LA GRAN CASA”, de Nicole Krauss.

Me pido a mí mismo, me exijo, una sesuda y brillante reseña, pero no puedo.

Por un lado, el mero hecho de la presencia física de un libro, nuevo, recién parido por la imprenta, con ese perceptible aroma que desprenden los libros nuevos, bien encolado y bien guillotinado, me induce un respeto que podría traducir en una especie de crítica positiva sin más razones que el culto que a tales objetos me enseñaron.

Por otro, no obstante, su propio aspecto inmaculado me provoca y, de poder, desentrañaría todos los misterios que sin duda oculta; me vengaría, desmembrándolo, del autor que ha pretendido confundirme sin conocerme.

¿Bueno o malo? Otro dilema, porque a mí los libros no me los mandan las editoriales en busca de laudos, ni como de comentarios positivos que aumenten ventas.

Yo elijo minuciosamente qué libros comprar. Medito sobre el tema, selecciono, confecciono una lista que obtengo de críticas, suplementos literarios, blogs de otros como yo y de mis propios gustos, me desplazo casi cien kilómetros (sí, querido, querida, casi cien kilómetros ya que aunque vivo en una ciudad de 120.000 habitantes, no hay en ella una librería que pueda preciarse de tal), elijo despacio, pago un pastón en caja (¡por cierto, que hay que ver al precio que se han puesto los libros! Aún recuerdo el primer libro que compré, hace muchos años, con mis ahorros y que aún tengo en mi biblioteca. Reza en su contraportada “PVP 60 ptas” ¡40 céntimos de hoy! Me he perdido en el camino y no sé dónde). Y después de tan dificultoso proceso de adquisición, ¿cómo hacer una crítica negativa de un libro? Sería tanto como criticarme a mí mismo, a mi método y a mi criterio personal. Así que a pesar de que haya obras que no me gusten, siempre me he negado a reconocer mis equivocaciones en este mundillo. Igual otro día.

Y ahora me centraré en el libro por el que estoy aquí. Igual no acierto, pero ya que la literatura tiene alas y vuela por donde quiere, ¿por qué no puedo yo hacer lo mismo?

En un primer intento, si uno busca referencias en la Red, encontrará múltiples páginas que se repiten tediosamente, que cambian tres palabras y el orden de algunas frases, por lo que la navegación para descubrir algo sobre la obra se transforma en un tartamudeo informático que repite, a golpe de ratón, la misma secuencia de ceros y unos imaginarios, salpicando la pantalla con ventanas publicitarias que se abren a cada instante.

Pocas páginas web ofrecerán algo distinto, una variación que elimine la impresión de caminar en círculo sin llegar a ningún lado, que aporten luces, que abran tu entendimiento, que amplíen tu conocimiento de la obra, de su autora y de sus circunstancias. Podría recomendar algunas de las que he visitado, pero eso lo dejo al albedrío de cada cual.

Sí es cierto que al leer las entrevistas que se hacen a la autora me queda una rara sensación. Dice lo que cree, cree en lo que dice, pero percibo como si faltara algo, una cierta divagación y cierto intento de interesar sin querer dañar, como buscando el beneplácito del que en ese momento la lee. Pero no me hagáis mucho caso. Es una sensación muy personal.

Podría, como la misma Nicole apunta, hacer una reseña estilo americano: resumir la narración en cinco minutos es fácil.

Pero no lo haré.

Siempre he pensado que en la mayoría de las obras, como en un acertijo, su título nos ofrecía en parte la clave para desentrañar su inherente misterio. Por eso siempre me desconcertó el que una obra traducida, por causa de un desconocido juego de traducciones, ofreciese en español un título que ni de lejos recogía la intención del título original. Era como si me robaran una de las piezas del rompecabezas, y no era justo.

Pues bien, en este caso el título, la pieza, está.

Y la misma autora nos explica de boca del propio Weisz, uno de los motores del libro, el por qué del título: La escuela de Ben Zakai, conocida como la Gran Casa, convirtió Jerusalén en una idea de la que todo judío es portador desde entonces, al menos en uno de sus fragmentos. Si se reunieran los recuerdos de todos los judíos, si volvieran a formar una unidad, volvería a levantarse un recuerdo tan perfecto de la Casa que sería, en esencia, la original, aquella que consumió el fuego en Jerusalén, junto al Templo y todas las casas.

La obra en sí recoge la existencia de varios protagonistas en torno a una idea: un escritorio omnipresente, físico, es a la vez esa Gran Casa escuela de pensamiento. Aúna los recuerdos y las vivencias de unos y otros en torno a él y, en cierto modo, justifica vidas y acciones de los personajes. A su vez, un misterioso cajón cerrado nos evoca la creación y la existencia de un ideal, de una idea, que subyace encerrada en ese espacio. Y toda la novela se va creando en torno a ese mueble, a ese Templo desaparecido, recreado y, por lo tanto, real.

En otro plano más sencillo, como la autora expresa, “la parte más relevante de la vida de un escritor es su escritorio. Con el tiempo, en la construcción de la novela, ese escritorio se fue haciendo más grande y tuve que añadir más y más cajones. Entendí, en tanto que metáfora, lo grande y flexible que podía ser. El escritorio es el lugar en el que una persona tiene que hacer frente a sí misma, rebelarse, representa esa lucha”.

Y en ese plano, el lector, dependiendo de su nivel de exigencia, es libre de establecer el grado de complejidad desde el cual desentrañar la obra.

Por último, me pregunto el por qué la autora incluye, a colación con los sucesivos propietarios del mueble, a García Lorca entre sus posibles poseedores. Incluso con mucha “licencia histórica” sería harto improbable. ¿Por qué me llama la atención ese pequeño detalle? Porque igual que su trayectoria a partir de 1944 sí se molesta la autora en describir con todo detalle me choca la ausencia del mismo con esa extraña afirmación/posibilidad. Lógico que me pregunte entonces a qué viene traer al poeta español a sus páginas. ¿Guiño u oportunismo?

¿Recomendaría el libro? Por supuesto, pero con lógicas reservas. No es “apto para todos los públicos”. Dependiendo del nivel de lectura en el que desees moverte podría entrañar cierta dificultad, nada preocupante que no se solucione con una rápida relectura a posteriori.

05 junio, 2012

LOS MERCADOS DE LIBROS. BARCELONA 1945.

Para el lector:
NO es afán de protagonismo ni falsa modestia.
Mas considero que en casa tengo una hemeroteca que, si no importante, sí cubre mis ansias de curiosidad y mi sed de libro viejo.
Gusto de hojear – y ojear - de vez en cuando un número u otro de cualquiera de las publicaciones que la componen. Y a menudo encuentro un artículo, una gacetilla, que me llama la atención, que me absorbe y que en muchas ocasiones estoy tentado de poner aquí para deleite de los escasos que merodean de vez en cuando por el blog.
Esta vez tampoco me resisto a la tentación.

Con motivo de la Feria del Libro de 1945, la revista DESTINO publica un casi monográfico centrado en el libro. (El mismo número que el del artículo anterior del blog).
Y el artículo que incluyo creo que puede ser del agrado del curioso.
El él, el autor se remonta a la existencia, en 1902, del mercado de santa madrona para pasar después, saltando sobre Los Encantes, al de san Antonio. La curiosidad es que habla de aquel entonces (1945) y recoge en sus líneas un desfile de antiguos libreros con más o menos fama pero que eran bien conocidos de los asiduos de entonces.

Por eso, y sólo por eso, creo que merece la pena leerlo.
Y por eso, naturalmente, lo incluyo en este blog.

(Recomiendo, para su lectura, descargar la fotografía, ampliarla e imprimirla. Creo que merece la pena).

17 febrero, 2012

VIRGINIA WOOLF 1940


Tarde de frío.
Decido revisar y ordenar parte de mi hemeroteca y me topo con la colección del semanario DESTINO. Repaso, leo, observo y me deleito poco a poco en un viaje por la Historia de los años 40.
En el número especial de la "Fiesta del Libro" - entonces aún no era "Día" - nº 405 del 21 de abril de 1945 se recoge, traducido un artículo que V.W. envió, en pleno "Blitz", bajo las bombas, a una revista americana.
Muy en su línea, la que originó en los años 60 el boom del feminismo militante, ya cuestiona ciertos papeles de la mujer en un mundo en guerra.
Casi 5 años después, el semanario español, para mi sorpresa teniedo en cuenta los tiempos que entonces corren, edita el artículo en cuestión.
Lógicamente, como curiosidad, literaria y socialmente, no me resisto a transcribirlo "para la efímera posteridad".

“Creemos de positivo interés literario dar a nuestros lectores uno de los últimos trabajos de Virginia Woolf, escrito pocos meses antes de su muerte, en la época de los bombardeos más intensos sufridos por Londres. Pocos pueden imaginarse a la finísima autora de “Flush” experimentando las angustiosas sensaciones de un “raid” enemigo sobre los tejados de Londres. ¿Qué podía pensar esta mujer excepcional durante esos momentos? Este artículo, enviado por ella a Norteamérica, nos lo dirá:





PENSAMIENTOS SOBRE LA PAZ DURANTE UN “RAID” AÉREO.

Los alemanes estuvieron aquí encima anoche y anteanoche. Aquí están otra vez. Qué sensación tan extraña, estarse tendida en la oscuridad oyendo el zumbido de un abejorro que puede traer la muerte en su aguijón. Es un ruido que interrumpe cualquier meditación continua y sosegada sobre la paz. Sin embargo es un ruido que – mucho más que las plegarias y los himnos – debería llevarnos a pensar sobre la paz. A no ser que pensemos en la paz, todos - no sólo este cuerpo determinado que se encuentra ahora en esta cama – todos seguiremos yaciendo en la misma oscuridad y oyendo el mismo tableteo mortal sobre nuestras cabezas. Pensemos en lo que podemos hacer para crear el único refugio eficaz contra los aviones, pensemos en ello mientras los cañones de la colina siguen con su “pop, pop, pop” y los reflectores apuntan, como enormes dedos, hacia las nubes, y mientras, de cuando en cuando, cae alguna bomba, a veces muy cerca y otras allá lejos.
Arriba, en el cielo, luchan jóvenes ingleses contra jóvenes alemanes. Los defensores son hombres, y hombres son los atacantes. A la mujer inglesa no se le dan armas para defenderse ni para atacar al enemigo. Tiene que yacer inerme esta noche. Sin embargo, si está convencida de que la lucha que se desarrolla en el cielo es una lucha por la cual quieren los ingleses proteger su libertad y por la que intentan destruirla los alemanes, debe luchar la mujer como pueda, al lado de los ingleses. ¿Hasta qué punto podrá luchar sin armas de fuego por la libertad? Pues fabricando armas, vestimenta o alimentos. Pero hay otra manera de luchar por la libertad sin necesidad de armas: podemos luchar con la mente. Podemos “fabricar” ideas que ayuden al joven inglés que se bate ahora en el cielo para derrotar al enemigo.
Pero, si deseamos que nuestras ideas sean eficaces, hemos de poder dispararlas. Hemos de ponerlas en acción. Y el abejorro del cielo despierta a otro abejorro en nuestro espíritu. Esta mañana había un zumbido en el “Times”… una voz de mujer que decía: “A las mujeres no se les deja decir ni una palabra en la política”. En el Gobierno no hay ninguna mujer; tampoco las hay en ningún puesto de responsabilidad. Todos los creadores de ideas que se hallan en condiciones de llevarlas a la práctica, son hombres. Pensar en esto nos desanima; con ello se fomenta la irresponsabilidad. ¿No es preferible hundir la cabeza en la almohada, taponarse los oídos e interrumpir esa actividad mental, puesto que es tan estéril? No, no podemos interrumpirla, porque existen otras mesas, aparte de las mesas oficiales y de las que reúnen a su alrededor las grandes conferencias. Si cesamos de pensar “privadamente”, si dejamos de pensar junto a la mesa del té, porque pueda parecernos inútil tal actividad de nuestro pensamiento, ¿no habremos dejado con ello al joven inglés sin un arma que puede serle muy valiosa? “No dejaré de luchar mentalmente”, escribió Blake. La lucha mental significa pensar contra corriente, no a favor de ella.
Esta corriente fluye con fuerza impetuosa. Brota torrencialmente de los altavoces y de los políticos. Cada día nos dicen que somos un pueblo libre que lucha en defensa de la libertad. Ese torbellino, esa impetuosa corriente, es lo que ha levantado al joven aviador hasta ese cielo, y la fuerza de la corriente lo mantiene ahí girando entre las nubes. Aquí abajo, con un tejado para cubrirnos y una careta antigás a mano, es nuestra obligación coser las bolsas de las caretas y descubrir semillas de verdades. No es cierto que seamos libres. Tanto nosotras como él somos esta noche unos prisioneros. Él, encerrado en su aparato con una ametralladora al alcance de su mano; nosotras, tendidas en la obscuridad con una careta antigás al alcance de la mano. Si fuéramos libres, estaríamos ahí fuera, al aire libre, o bailando, o en el teatro o asomadas a la ventana, charlando. ¿Quién nos impide hacerlo? “¡Hitler!”, gritan todos los altavoces a la vez. ¿Quién es Hitler? ¿Qué significa? Agresión, tiranía, desatentado afán de poder, nos replican. Destruid esto, y seréis libres.
El zumbido de los aeroplanos es ahora como si aserrasen una rama ahí encima. Gira, y gira, aserrando sin cesar la rama sobre esta casa. Otro sonido se abre paso en nuestro cerebro, también con ruido de sierra: “Mujeres de grandes aptitudes se hallan inmovilizadas a causa del hitlerismo subconsciente que existe en el corazón de los hombres”. Esto lo decía Lady Astor en el “Times” esta mañana. Desde luego, estamos inmovilizadas. Esta noche somos tan prisioneros los ingleses es sus aviones como las inglesas en nuestras camas. Pero si ellos se detienen un rato a pensar, los matarán; y nosotras también. Por eso, más vale que pensemos nostras por ellos. Tratemos de sacar a lo consciente ese hitlerismo subconsciente por cuya culpa estamos inmovilizadas. Es el afán de agresión, el deseo de dominar y de esclavizar. Hasta en la obscuridad podemos verlo ahora. Podemos ver los escaparates deslumbrantes; y las mujeres, mirando los escaparates; unas mujeres pintadas, llamativamente vestidas, mujeres con labios carmesíes y uñas también carmesíes. Son esclavas que intentan esclavizar. Si pudiéramos librarnos de nuestra esclavitud, libraríamos a los hombres de la tiranía. Los tiranos nacen de los esclavos.
Cae una bomba. Retiemblan todas las ventanas. Los cañones antiaéreos entran en actividad. Allá arriba, en la colina, se esconden los cañones bajo una red recubierta con jirones de tela verde y marrón para imitar las tonalidades de las hojas otoñales. Todos los cañones disparan a la vez. La radio nos dirá, a las nueve: “Cuarenta y cuatro aviones enemigos fueron derribados durante la noche pasada, diez de ellos por fuego antiaéreo”. Y una de las consecuencias de la paz, nos dicen los altavoces, será el desarme. No habrá más cañones, no habrá Ejército, ni Marina, ni Aviación en lo futuro. No se entrenará a los jóvenes para que sepan luchar. Todo esto despierta en nuestra mente a otro abejorro, otra cita: “Luchar contra un enemigo importante, ganar honor y gloria imperecederos disparando contra extranjeros, volver al hogar con mi pecho cubierto de medallas, esta era mi máxima ambición…A esto habían tendido mi educación, mi entrenamiento, mi vida entera…”
Son palabras de un joven inglés que luchó en la guerra pasada. Después de leerlas ¿creen sinceramente los pensadores corrientes que les bastará con escribir la palabra “Desarme” en una hoja de papel cuando se hallen reunidos alrededor de una mesa de conferencias? Puede desaparecer la ocupación de Otelo, pero Otelo quedará. No sólo conducen a ese joven aviador que lucha ahí arriba las palabras de los altavoces; lo mueven también sus voces interiores: antiguos instintos, instintos fomentados y mimados por la educación y la tradición. ¿Pueden recriminársele estos instintos? ¿Podríamos extirpar, por ejemplo, el instinto maternal por las órdenes de un conferencia de políticos? Supongamos que una de las cláusulas de la paz fuese: “Sólo podrán tener hijos un limitadísimo número de mujeres especialmente seleccionadas”. ¿Os someteríais? ¿No diríamos: “El instinto maternal es lo que glorifica a la mujer. A esto ha tendido mi educación, mi vida entera…”? Pero si fuera necesario, en bien de humanidad, por la paz del mundo, que se restringiera la procreación, que se ahogara el instinto maternal, las mujeres lo intentaríamos. Los hombres las ayudarían en este propósito.
Una labor parecida debe formar parte de nuestra lucha por la libertad. Debemos ayudar a los jóvenes ingleses a desarraigar de ellos su amor por las medallas y las condecoraciones. Debemos crear actividades más honrosas para los que deseen apagar en ellos su instinto de lucha, su hitlerismo subconsciente. Debemos compensarle al hombre la pérdida de su ametralladora.
Ha aumentado el ruido de la sierra ahí encima. Todos los reflectores se yerguen. Señalan un lugar precisamente sobre este tejado. En cualquier momento puede caer una bomba en esta misma habitación. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis… pasan los segundos. No cayó la bomba. Pero, durante esos segundos de angustia, se ha paralizado el pensamiento. Ha cesado todo sentir, a no ser la sensación de un terror indefinible. Un clavo fijaba el ser entero a una dura tabla. Así pues, la emoción del miedo y del odio resulta estéril, infecunda. En cuanto pasa el miedo, revive la mente y trata de crear. Pero como la habitación está a oscuras, sólo puede crear con la memoria. Y recuerda otros agostos – en Bayreuth, oyendo a Wagner; en Roma, paseando por la Campagna; en Londres. Retornan voces amigas. Resurgen fragmentos de poesía. Cada uno de estos pensamientos, aun sin salir de la memoria han resultado más positivos, vivificantes, saludables y creadores que el turbio sentimiento de miedo y odio. Por tanto, si podemos compensar al joven por la pérdida de su gloria y de su ametralladora, tenemos que proporcionarle sentimientos creadores. Debemos crear la felicidad. Hemos de librarnos de la máquina. Tenemos que sacarlo de su cárcel. Pero, ¿qué objeto tiene liberar al joven inglés si el joven alemán y el joven italiano siguen siendo esclavos?
Los reflectores han localizado ya al avión. Desde esta ventana puede verse un pequeño insecto de plata que gira y se retuerce en el aire. Los cañones siguen con su “pop, pop, pop”. Luego se van callando. Posiblemente, el avión cayó detrás de la colina. El otro día, un piloto alemán logró aterrizar, ileso, en un campo cerca de aquí. Dijo a sus capturadores, en bastante buen inglés: “¡Cómo me alegro de que haya terminado la lucha!” Entonces, un inglés le dio un cigarrillo y una inglesa le preparó una taza de té. Esto parece demostrar que, si se libera al hombre de la máquina, la semilla no cae en suelo de roca. Puede ser fructífera esta semilla.
Por fin, todo el cañoneo cesó y todos los reflectores se apagaron. Vuelve la oscuridad normal de una noche de verano. Se oyen de nuevo los sonidos del campo. Una manzana cae al suelo. Un búho va chillando de árbol en árbol.”




(DESTINO. Número dedicado a la Fiesta del Libro. B. 21 de abril de 1945. Nº 405).

08 diciembre, 2011

DER NÍSTER


LA FAMILIA MÁSHBER.
Der Níster.
(Pinjas Kahanovich)
Traducción: Henelde y Abecais
Editorial Libros del Silencio.
Colección Miradas.
Barcelona. Mayo 2011.
886 pp.

ISBN 978-84-937856-4-2




Hace un año que no entro en este blog.

No es que haya dejado de leer, no; es simplemente haber hecho prevalecer unos intereses sobre otros durante todo este tiempo.

Al entrar de nuevo, me planteo cómo construir mi reseña sobre el libro.

Comienzo como siempre. Datos de edición.

Intento proseguir hablando tanto del autor como de la trama narrativa y, de repente, un parón.

Me doy cuenta de que cualquier información sobre Kahanovich puede, el lector interesado, encontrarla en cualquiera de las páginas de referencia que aparecen al teclear su nombre en Google.

Con la trama narrativa, ídem de lo mismo.

Y llego a la conclusión de que es preferible reflejar mis impresiones que acumular datos que fácilmente pueden ser encontrados en cualquier blog o página literaria.

Así que, me dejo de pamplinas.

Sólo quiero dejar claro que Libros del Silencio es una editorial que me gusta, tanto por lo cuidado de sus presentaciones como por la calidad de las obras que en esta colección edita (a su catálogo me remito).

En cuanto al autor, un alma más que se lleva entre las olas esa insconsciente (o no tanto) revolución socialista que arrojó al gulag a tantos y tantos buenos escritores y pensadores considerados en cualquier etapa de la revolución con el genérico título de "enemigos del pueblo".

En cuanto a la obra, pasando por alto tantas y tan apabullantes laudas como sobre ella han nacido de pesadas, acreditadas e indiscutibles plumas, sólo puedo decir que me ha gustado.

Igual la descripción de algunos rituales hebreos, como los de cualquier otra religión, me hayan cansado en cierto momento, pero no han evitado seguir ese tapiz delicado que compone la generalidad de la obra.

Me ha servido para tres cosas fundamentales:

1) Continuar componiendo y completando el puzzle de esa literatura rusa zarandeada, movida y galvanizada por, o a causa de los acontecimientos sociales del país durante el siglo XX.

2) Atisbar una literatura, originalmente en yiddish, que recoge la tradición, la cultura y la forma de pensar de un pueblo dentro de la diversidad de éstos que compone la ya desaparecida URSS.

3) Disfrutar con su lectura, obtener el placer que cualquiera desea pedir a una obra que deleita página a página y que no te vuelve suspicaz ante su número de páginas, aunando una buena lectura con gran cantidad de referencias, guiños y transgresiones que la transforman en algo rico.

Con todo lo dicho creo que huelga decir que la recomiendo como un ladrillo más, imprescindible y sin el significado peyorativo que tiene tal nombre, en el muro cultural de cualquiera de nosotros.



(Es cierto que los libros son caros. Pero hay algunos que lo son menos, no por extensos sino por el contenido que destila de sus páginas. Éste es uno de esos).

08 octubre, 2010

I. S. TURGUÉNIEV


PÁGINAS AUTOBIOGRÁFICAS.
I.S. Turguéniev.
Traducción de Víctor Gallego Ballestero.

Alba Editorial mayo 2000.
Colección Alba Clásica.
316 pp.
ISBN: 84-8428-035-7


Cualquiera que desease conocer la biografía de Turguénev sólo tendría que buscar en Internet y hallaría infinidad de páginas hablando de él, de su vida, de su obra, de su pensamiento…
Así que prescindiré de presentaciones inútiles e iré a la causa de incluir este libro en el blog, que no es otra que la de reiniciar las referencias que murieron por consunción hace algunos meses.
Digamos, pues, que es un divertimento preparado para reiniciar el hilo de mis lecturas, no interrumpidas, pero sí referenciadas.
Turguénev es todo un caso. Uno de los clásicos rusos del siglo XIX, contemporáneo de Puskhin y de Gogol, Tolstoi y Dostoyevski, no termina de cuajar entre los seguidores de la literatura rusa dada su fama de “occidentalizado” que, con orgullo, él ostentó.
Si algo de su filosofía vital se puede destacar de él es tanto su admiración por la cultura occidental como su lucha contra el sistema de servidumbre, tan arraigado en su país.
Si alguna obra de su producción debe destacarse, sería “Padres e hijos” la elegida, aunque al publicarse no alcanzara el inmediato éxito que su autor esperaba de ella.
De él son pues estas tituladas “Páginas autobiográficas”.
Un divertimento, ya digo, pero no exento del interés que cualquier trabajo de un escritor de la categoría de Turguénev conlleva.
Titulada originalmente “Literaturnie i zhiteiskie vospominania. Gamlet i Don Kijot”, recopila 10 trabajos. Desfilan en ellos Pletniov, Belinski, Gogol, Ivánov, unas reflexiones sobre “Padres e hijos”, el misterioso encuentro con Monsieur François, el angustioso relato de una ejecución con guillotina, sucesos de junio de 1848 en París y un muy interesante apéndice que recoge la conferencia del 10 de enero de 1860 en la que presenta frente a frente dos visiones de la vida, dos formas de ser, dos míticos personajes literarios y, por ende, a sus dos autores: Cervantes y Shakespeare.
Un libro que puede leerse, aunque seguro que aburriría a más de uno de los que ocupan su ocio en literatura más liviana, más ligera y dinámica que las reflexiones de un escritor que figura en la lista de los autores consagrados y mal llamados “clásicos” por "universales".

08 abril, 2009

MARC PASTOR.


LA MALA MUJER
La mala dona.
(Primer Premio Crímenes de Tinta)

Traducción Juan Carlos Gentile Vitale.
1ª edición en castellano: abril 2009.
RBA LIBROS S.A. Serie negra.
ISBN: 978-84-9867-462-0
239 pp. 21 x 14.
Encuadernación en rústica.

¡Al fin!
Tras una larga espera, consigo el libro de Corvo en la FNAC de aquí al lado.
El precio es algo elevado (Corvo, si no vendes demasiados ejemplares, ya sabes una de las causas principales), pero merece la pena. He pasado mucho tiempo esperando esta maldita edición traducida ya que mi dominio del catalán es “minor user level” y aunque vio la luz en su idioma hace mucho, hasta ahora no aparece en mi lengua vernácula… (desventajas de pertenecer a una mayoría de posibles lectores).
No me paro a mirar que cifra aparece delante del anagrama “€”, y en pocos días he leído el libro y disfrutado bastante de él.
Tengo que decir en mi descargo que normalmente no leo novela negra (un poco de Chadler, una pizca del padre Brow, algún Sherlock Holmes, determinados y casi olvidados clásicos y poquito más) por lo que, como se ve en las líneas anteriores, mi mezcla de negra/policiaca necesitaría una revisión literaria. Pero no estoy ya en edad de esas cosas Así que, sin más preámbulos, paso a ¡LA MALA MUJER!
(No sé tampoco si la traducción es fiel reflejo del original, por lo que el titulo en sí no acaba de gustarme. La mala dona = la mala mujer… uhmmm… podría discutirse, aunque con Corvo lo mejor es no hacerlo; sólo opinar).

En 1912 la desaparición misteriosa de niños en Barcelona lleva a Moisés Corvo a investigar cómo y por qué de estos hechos. Lo de descubre es aún más de lo que puede imaginar al principio… Y hasta ahí puedo contar. El que quiera saber más, que compre el libro.

El estilo es fresco, rápido y la personalidad canalla de Corvo (el protagonista) hace una buena pareja con el/la narrador/a de la historia. La utilización del presente la hace actual y la galería de personajes está tan bien dibujada que uno parece estar viendo en qué fuentes literarias ha bebido el autor, de quienes ha sorbido la sangre (dicho en el mejor sentido) y quién ha estado detrás de él marcándole de donde no debe salirse (detrás de todo Adán siempre hay una Eva) porque, conociéndolo, su imaginación desbordada y su afición al ¿se dice “gore”? podrían haber desequilibrado un tanto el relato.

Hay algo, sin embargo que me plantea dudas.
Cuando estaba acabando la lectura, a falta de 5 ó 6 páginas, aún estaba el misterio, aunque claramente insinuado y desarrollado, no resuelto. En estas últimas páginas se produce el desenlace, para mí quizás un poco precipitado, como si el autor tuviera prisa… (pero que conste que sólo es otra opinión).

En resumen, para acabar (y no dar motivos a que el autor se pelee conmigo, je) una novela bien escrita, canalla (repito) y con ciertos aires mezclados de Stoker y Mendoza que proporcionan momentos muy gratos a los que la hemos leído.
Enhorabuena, Marc… y a por otra.

28 noviembre, 2008

HARUKI MURAKAMI (II)


AFTER DARK.


Traducción de Lourdes Porta.
Editorial Tusquets. Colección Andanzas.
1ª edición en español. Octubre 2008.
ISBN 978-84-8383-101-4

Un nuevo libro, esperado, de Murakami.
Un Murakami que nos llega de la mano de Tusquets y que se ha convertido en autor de culto, si no de moda, en nuestro país.
Promocionado en todos los medios, una de sus últimas entrevistas a las que tenemos acceso aparece en Qué Leer del mes de noviembre.
La novela, editada originalmente en 2004, conoce desde entonces numerosas traducciones a diversos idiomas recalando en nuestro país al cabo de cuatro años, primero en gallego y un mes después en castellano.
El espacio temporal que abarca en sus 248 páginas no llega a siete horas (desde la medianoche hasta las siete de la mañana). El espacio físico se circunscribe a un barrio de Tokio cuando la noche es la reina y por sus calles deambulan, cuanto menos, enigmáticos personajes.
Murakami establece una especie de juego, un “vidas cruzadas” donde la trama va entrelazando acciones, episodios, pensamientos, conversaciones y personajes.
Mari, la chica que lee en un bar; Takahashi, estudiante y trombocista en una banda que ensaya de noche, admirador de Curtis Fuller (de una de cuyas obras el autor extrae el título); Eri, la bella durmiente oriental, hermana de Mari, que un buen día dijo de dormir y nunca despierta; Kaoru, la vigilante de un love-hotel, Alphaville, (Jean-Luc Godard aparece en el horizonte con su obra que da nombre al hotel); Korogi, chica de la limpieza en ese hotel; Shirakawa, el inquietante informático que destroza sus horas de sueño en su oficina cuando no le da por destrozar la vida de una prostituta china, empleada por la Mafia en el negocio del sexo…
La verdad s que no son demasiados personajes. Pero en sus idas y venidas, en su quehacer nocturno, nos construyen un mundo extraño (lo nocturno siempre ha tenido algo de prohibido) en el que nos sumergimos con el entrañable y aparentemente sencillo estilo narrativo de H.M.
Cuando abrimos sus primeras páginas nos da la impresión de estar leyendo un guión cinematográfico. En él, una tercera persona, omnisciente, nos conduce por todos lados, nos introduce en la habitación de Eri, que duerme plácidamente, nos hace rozar la otra parte del espejo, como a Alicia… y nos crea un interés en lo que, repito, parece ser nada pero que nos mantiene en un suspense continuo, con una sensación de peligro que no se disuelve hasta que llegamos al final.
Son historias abiertas, que no acaban, que nacen, se mantienen un tiempo y desaparecen, inconclusas, tras una esquina del barrio. Quizás sea eso una de las cosas que nos crean inquietud. La otra, algunos de sus personajes. Shirakawa merece un castigo, pero desaparece de la obra rumbo a su casa en un taxi. Un extraño personaje permanece fijo en Eri (otro guiño, éste creo que a Paul Auster en “La noche del oráculo” ) desde una habitación vacía abierta en la pantalla del televisor. ¿Qué hace? ¿Qué espera? ¿Quién es?
El realismo mágico, si puede llamarse así, está presente en ciertos momentos, haciendo la novela aún más atractiva.
Murakami utiliza diálogos inteligentes, descripciones minuciosas y una estructura que sabe mantenernos junto a los personajes que nos presenta
Al acabar, tenemos la sensación de que falta algo, por supuesto. Pero también el convencimiento de que hemos leído una excelente novela, engañosa por una falsa sencillez, como mucho de aquello a lo que nos ha acostumbrado este autor japonés en los últimos años.

17 noviembre, 2008

G. K. CHESTERTON


EL HOMBRE QUE ERA JUEVES. (Una pesadilla)



(The Man Who Was Thursday – A Nightmare).
G. K. CHESTERTON.
Traducción de Alicia Bleiberg Muñiz.
Alianza Editorial S.A.
Prmera edición en “Libro de bolsillo”: 1987.
Edición 2007.
ISBN 978-84-206-6676-1

Gabriel Syme es un detective-poeta. Enrolado en la policía de modo poco habitual, se infiltra en un grupo anarquista con la misión de desarticularlo. Miembro del Gran Consejo, presidido por el Domingo, cada uno de sus componentes tiene su nombre en clave asimilado a un día de la semana. Syme es, pues, el Jueves.
Tras diversas peripecias, en las que cada uno de los temibles anarquistas se va desvelando como miembro de la policía, nos encontramos con la paradoja de que todos persiguen a todos, perteneciendo, sin embargo, al mismo bando. Sólo queda Domingo, el Presidente omnipotente y omnisciente, al que el grupo intentará dar caza… pero todo es una pesadilla.

Increíble novela del polemista, ensayista y polifacético Chesterton. Increíble porque, a pesar de su aparente simplicidad y del candor decimonónico con que es desarrollada, oculta en ella innumerables citas y reflexiones – muchas de ellas en forma dialogada – sobre el hombre, su misión en el mundo, su dependencia de la divinidad y sus enormes contradicciones.

Buscando en la Red encuentro la primera edición (imprimible) de la obra, escrita en 1908 y editada en España por primera vez en 1922, con prólogo de Alfonso Reyes de 1919. La curiosidad me hace cotejar diversos párrafos de dicha edición con la de Alianza. ¡Qué cantidad de distintos y, a veces, contrapuestos matices entre una traducción y otra. Tantos que me ha picado el interés de modo que pienso releerla haciendo una lectura comparada de ambas ediciones. Por lo que he podido comprobar hasta ahora merece la pena conocer ambas ediciones (sin hablar del prólogo de Reyes que es una obra de arte en sí mismo).

Quizás sea aventurar demasiado, pero en ella se bosquejan las primeras directrices del existencialismo posterior.
Toda ella se desarrolla en una perpetua dualidad: la lucha del bien y del mal, el enfrentamiento entre la posible libertad de la voluntad y la existencia de un mal masivo, irracional.
Es curioso que el orden y el caos se den la mano y que sus personajes oscilen entre ambos papeles en ciertos momentos, volviendo a los roles que Chesterton les concede, incluso con cierto enfado.

Recoge simbologías tan eternas como la religiosa y la política y hay que leer despacio para comprender y conceder a cada uno de sus maltratados personajes la personalidad que les toca representar en este juego.
Porque de un juego se trata. Un juego muy sabio que Chesterton sabe ofrecernos pero que nosotros tenemos que esforzarnos ciertamente en desvelar.

No hay que perder de vista a ese presidente que para mí no es otro que la imagen de Dios, a quienes los actores buscan para descubrir qué coño hacen en el mundo, en la novela y en la vida al fin y al cabo.

No es esta obra en absoluto desdeñable. Al acabarla puedes preguntarte : “¿Esto es todo?” Y puedes quedarte así, en la anécdota, en la historia extraña, en el sabor de una aventura policiaca y absurda sin más. Pero todos los absurdos, toda la aventura, todos los diálogos, pueden tener una doble y hasta triple lectura sin llegar a cansarte por ello.
Y puedo asegurar que si se relee, los matices se hacen más sólidos, la perspectiva se aclara y te das cuenta de que te has enfrentado a una de las mejores obras – y de las más engañosas – del siglo XX.
Una obra, pues, no sólo recomendable, sino imprescindible.

Chesterton en sí es todo un personaje. Nacido en 1874, fallecido con sesenta y dos años, nos deja un enorme caudal de trabajo (no sé dónde he leído que ni siquiera la Biblioteca Británica ha conseguido recopilarlo todo).Autor más conocido por las aventuras del padre Brown, si alguien quiere conocerlo personalmente sólo tiene que escavar en las filmotecas hasta encontrar (jeje, misión casi imposible) la película Rosy Rupture, filmada en 1914 donde aparece este autor en algunas escenas. De paso, si el espectador permanece atento, podrá rendir culto a G. B. Shaw, otro actor del reparto de ese curioso film.


06 noviembre, 2008

CARSON McCULLERS.



EL ALIENTO DEL CIELO.

Carson McCullers.
Editorial Seix Barral. Biblioteca Formentor.
Prólogo de Rodrigo Fresán.
Traducción José Luis López Muñoz y María Campuzano.
ISBN 978-84-322-2820-9.
Primera edición: Septiembre 2007.
540 pp.

Tropecé con Carson McCullers tras leer a William Faulkner.
Ciertos críticos han establecido una “escuela sureña” a la sombra de este autor. Y entre sus representantes más nombrados, Katherine Anne Porter, Flannery O`Connor, Eudora Welty y Carson McCullers.
Posiblemente sea cierto, pero también lo es que los estilos y las temáticas de cada una de ellas difiere de las de las otras en lo suficiente como para establecer identidades muy distintas y creo que, con más razón, no generalizar en “escuelas”.
Irrumpí en ella, como ella en la novela, de la mano de “El corazón es un cazador solitario”. Ni que decir tiene que me encantó.
Por eso, cuando encontré “El aliento del cielo” no esperé a que nadie me lo regalase. Y menos aún a que una benéfica editorial se dignase mirar en un listín telefónico y, por azar, me designase a mí como lector y crítico aficionado de su obra recién publicada.
Y no me arrepiento, porque este libro me ha deparado numerosos momentos de placer literario. Creo que es imprescindible para conocer a su autora.
Se recogen en él todos sus cuentos (diecinueve), aunque el prologuista nos advierte de que falta uno, que todos los editores han considerado siempre totalmente prescindible (“The long March”) y completan el volumen sus tres novelas cortas (Reflejos en un ojo dorado, La balada del café triste y Frankie y la boda).
El libro no tiene desperdicio.
Habrá quien diga que son cuentos sin sustancia, que no llevan mensaje, que no nos ofrecen una moralina y que la trama es, a menudo, inconsistente. Puede ser cierto desde su óptica.
Pero yo, al leerlos, he disfrutado con las descripciones de paisajes, la indefinible y, sin embargo, excelente definición de las personalidades de sus protagonistas, la minuciosa y sensible intensidad de los momentos narrados, el color y el calor del sur, la miseria y el aburrimiento de la vida sacrificada a nada, los sueños venidos a menos de los actores de esos pequeños dramas que inundan la novela y que hacen, de su lectura, una experiencia inolvidable.
En resumen, un libro hermoso y que merece la pena leer.

Carson McCullers (1917 – 1967) que vive, como muchos genios de la literatura, una vida atormentada entre la enfermedad que arrastrará toda su vida y unas relaciones sentimentales tormentosas a las que se añade una sexualidad “bipolar” tan intuida al principio como declarada más tarde, busca como defensa, refugio o pura supervivencia, la literatura. Juega o lucha, pues, con la enfermedad, con las decepciones y con el alcohol. Y de este cóctel explosivo surge una gran narradora de lo cotidiano, de la miseria de las clases desfavorecidas, de la infancia, de los sueños y de las tardes calurosas en el sur, salpicadas de cafés oscuros y de personas a las que desnuda y de las que nos enseña el misterio que a todas mantiene vivas y que no es nada más que el amor. Amor a la tierra, a la casa solitaria que se levanta en una colina, a la familia, a las personas repletas de contradicciones e imperfectas física o anímicamente, a los viajes de quienes nunca han podido mirar más allá de un campo de maíz o de la calle principal y polvorienta de un pueblo destartalado. Todas estas cosas, de forma suave, sin saltos y a veces casi con monotonía, es lo que Lula nos muestra.
Pero con tanta calidad, que ella misma no se priva en proclamar en cierta ocasión:
“Yo tengo más que decir que Hemingway, y Dios sabe que lo he dicho mejor que Faulkner”.
Y no miente cuando se autocalifica de este modo zahiriendo, de paso, a los grandes de la literatura norteamericana.

09 julio, 2008

EUGENIO SUÁREZ GALBÁN-GUERRA

CUANDO LLEVABAMOS UN SUEÑO EN CADA TRENZA.

Editorial Kailas
Colección Serie Ficción

1ª Edición 2007
ISBN 13: 978-84-89624-27-6
226 páginas

El bar de Lucio, perdido en un barrio madrileño, es el punto de reencuentro de un grupo de amigas que lo frecuentaban en su juventud y que ahora, en la madurez, sirve para que cada una de ellas desgrane ante las demás sus sueños, sus vidas, sus problemas y sus decepciones. Todo bajo la atenta – y curiosa – mirada del propietario del mismo, que las acompaña mentalmente en sus conversaciones, enjuicia en silencio y se explica – o más bien explica al lector - el por qué de algunas situaciones de los personajes.

Paralelamente, las disquisiciones de una monja, anciana y rebelde, ponen sobre la mesa, o en el texto, la enorme cantidad de obstáculos que, moralmente, se presentan para conseguir ser un buen cristiano (o una buena cristiana) incluso a pesar de la Iglesia. La hermana Patrocinia nos hila sus recuerdos en el tiempo presentándonos, de forma muy crítica a la vez que lógica, la evolución de las creencias a lo largo de nuestra Historia cercana, desde la época republicana hasta hoy.

* * * * * *

Después de leer una novela, tengo la mala costumbre de curiosear en la Red qué se respira sobre dicha obra. En este caso, la realidad es decepcionante. Dos o tres reseñas (ésta, claro, será una más) que no dicen nada, que se repiten – o se copian - de una a otra, transcripción literal casi de la contraportada del libro.

Éste, como algunos de los que he leído últimamente, es un “libro de mujeres”. Siempre me ha llamado la atención lo que muchos damos en llamar “el mundo de las mujeres”. Y no hay mujeres más dispares en esta novela que Puri, Trini, Pili, Mari, Yoli o Loli. Pero, aún en su disparidad, no me llegan a calar. Quizás yo no haya sabido llegar a ellas, ponerme en su lugar, pero sus historias me quedan algo lisas, desenfocadas y un tanto irreales. Como contrapunto de la farsa, cual violón de una orquesta, con voz profunda y dominante, la hermana Patrocinio hilvana su historia, independiente, paralela y contundente.

Hay, pues, que distinguir dos hilos narrativos:

El de las mujeres que se reúnen periódicamente en el bar a contar sus historias, a hablar de ellas y de las demás, unas veces de modo superficial, otras implicándose más en los problemas de sus amigas o pidiendo a éstas que se impliquen en los suyos. Este hilo me parece demasiado costumbrista, a veces obvio y, en mi opinión, demasiado estereotipado. Aunque quizás esa sea la intención del autor; mostrar cómo todo se mueve por estereotipos, encasillamientos de los que es difícil salir y rutinas de las que es casi imposible salvarse.

El otro hilo, más sólido pero a primera vista menos importante, me ha gustado, sin embargo, bastante más. La monja plantea cuestiones históricas, teológicas, inquietudes intelectuales, monólogos que algunas veces “rozan la herejía”, presentándonos una historia de la Iglesia que resulta bastante más interesante que muchas de las confesiones de los personajes del otro hilo argumental.

Me gusta, pero me confunde, el cameo literario que construye el autor en las últimas páginas, así como la intersección, para mí algo forzada, de los personajes de ambas historias en esas páginas citadas y que, a mí, me han costado un poco leer.

Según mi criterio, pues, es un libro hasta cierto punto descompensado. Las dos historias no tienen la misma fuerza, no están tratadas quizás con la misma intensidad.

Pese a ello los personajes, todos mujeres (si exceptuamos a Lucio, el dueño del bar, el “pepito grillo” o “la memoria de éstas”) se enfrentan a una misma situación: el descontento entre los sueños, las esperanzas de su juventud y la realidad demoledora de sus tristes vidas actuales.

Todos somos rehenes de nuestros sueños Quizás por eso, ellas evocan, con cierta envidia mezclada con tristeza, aquel pasado en el que, resumido en el título del libro, “llevaban un sueño en cada trenza”.


(Publicada en la web www.ciberanica.com)

JULES VALLÉS

EL NIÑO / EL BACHILLER / EL INSURRECTO (Trilogía de Jacques Vingtras)

Editorial ACVF
Madrid 2006 - 2007
Traducción de Manuel Serrat Crespo
ISBN: 84-935265-1-7; 84-935265-2-5; 84-935265-3-3
318 pp, 350 pp, 320 pp.

LA VIDA.
Es difícil hablar de Jules Vallès sin antes retratar someramente al autor y, paralelamente, a su obra. Expongo, pues, cómo nace, crece y culmina, esta excelente trilogía.

En el exilio, por su activa participación en la Comuna de 1871 se ve obligado a huír a Bélgica y después a Londres. Un exilio marcado por una condena a muerte por contumacia.

Tras la muerte de su hija de pocos meses, Vallés evoca su vida infantil y escribe el primer volumen de su famosa “Trilogía de Jacques Vingtras” (alter ego del autor), “El niño”, publicándola por entregas en 1878 (una costumbre muy de la época) en el periódico Le Siècle, curiosamente prohibido por la misma Comuna durante la revolución, bajo el pseudónimo de La Chaussade.

En 1878 escribe Vingtras II (retitulada “El bachiller”). Publicada de igual manera que “El niño”, en 1879, bajo el pseudónimo de Jean La Rue.

Muerto en 1885 y enterrado en un acto multitudinario en el famoso cementerio de Père-Lachaise, la tercera parte de la trilogía, “El insurrecto”, aparece en 1886. (interesante, la dedicatoria de este volumen: “A los muertos de 1871. A todos aquellos que, víctimas de la injusticia social, tomaron las armas contra un mundo mal hecho y formaron, bajo la bandela de la Comuna, la gran federación del sufrimiento, dedico este libro”.

Muere, pues, con 53 años, víctima de la diabetes y según dicen, sus últimas palabras fueron: “Yo he sufrido mucho”.

LA OBRA.

Unas memorias, mitad recuerdos, mitad panfleto revolucionario, que recogen las vicisitudes de Jacques Vingtras (JV = Jules Vallès) desde su infancia hasta los sangrientos sucesos de la Comuna de 1871.

En el primer tomo narra sus vicisitudes de niño, de escolar, con una madre posesiva y un padre que, para mantener a la familia, soporta todas las humillaciones que, por su cargo, se ve obligado a aceptar en un puesto educativo de los menos considerados en el sistema educativo francés de la época. Se insinúa en esta obra su amor por los libros, la escritura… no es difícil reconocer en sus líneas su camino revolucionario, vindicativo de libertades.

En el segundo, “El bachiller”, nos expone el encuentro con su libertad, una libertad ficticia por cuanto depende de ayudas de sus padres, posibles “becas” y herencias mínimas inesperadas. Sus estudios se van viendo influenciados, así como su postura político-social, por los sucesos de 1850.

El tercer tomo, el más intenso, desemboca en su pelea, personal y pública, contra el sistema establecido, al que considera injusto. Partícipe activo de la lucha de la Comuna, una revolución provocada por la guerra franco-prusiana, un “¡basta ya!” de las clases desfavorecidas contra el Sistema, una ilusión que acaba con miles de muertos por la libertad. Es un libro vertiginoso, en el que cuesta un poco ponerse en situación, relacionar acontecimientos, pero el más interesante, a mi parecer, de los tres.

Jules Vallès, al que no había leído hasta ahora (lo siento), me recuerda, en una extrapolación temporal, geográfica e histórica a Arturo Barea con su “La forja de un rebelde”. quizás por ser una trilogía y porque en ambas la construcción temporal es similar. Ambos dedican un primer volumen a su infancia, un segundo a su adolescencia-juventud (Vallès estudia. Barea combate en África) y un final revolucionario (Vallès en la Comuna. Barea en la guerra civil). Pero ahí acaban las similitudes.

Centrándonos en Vallès, en su primera obra se enmascara relativamente, permitiendo así la ironía y la mistificación. En las siguientes va olvidando paulatinamente esta protección para inflamarse de espíritu revolucionario y modificar, a ojos del lector, tanto a la obra como al autor de ésta. Enfrentado al Segundo Imperio, su lectura nos presenta a un Vallès auténtico, transparente y sincero.

En las tres, su forma de escribir parece que implica al lector, forzándole a dar su opinión (una opinión que, por otra parte, se inclinará obviamente hacia la Libertad y el Derecho)

Es curioso cómo transmite al lector la relación del novelista y de su supervivencia en la época. Todos los escritores, incluso ahora, juegan entre la prensa y la novela. Y lo que es válido actualmente sirve igual para aquel siglo. Los escritores de esa época, ante la imposibilidad de publicar sus obras, se vuelcan en la intervención periodística, único medio de subsistir que muchos de ellos encuentran. Vallès, como tantos otros, así lo hace y lo declara sin problemas. Muchos de ellos generan una justificación creíble creando la figura del genio incomprendido y condenado por los acontecimientos a las columnas de los periódicos. Pero estos mismos periódicos son, a la vez, talleres literarios, consecuencia a la que Vallés no es ajeno pues la experimenta en sí mismo, abriendo paso a corrientes estéticas y culturales del siglo XIX e inicios del XX.

Periodista, escritor y editor (el más famoso periódico creado por él es “Le Cri du peuple”, además de algunos otros en épocas determinadas), Jules Vallès es un autor imprescindible para leer, tanto para conocer la evolución histórica de un país en el siglo XIX como para, y más importante para mí, observar y admirar el desarrollo personal de un hombre que, aún hoy, es venerado y homenajeado por muchos de los que pelean, sufren y siguen peleando por los derechos humanos, aunque sea desde la pequeña parcela de su propia libertad individual.

(Publicada en la web www.ciberanika.com)

19 mayo, 2008

NORMAN MAILER


EL CASTILLO EN EL BOSQUE.
(The castle in the Forest).

Traducción de Jaime Zulaika.
Editorial ANAGRAMA. Barcelona.
1ª edición: noviembre 2007.
Rústica. 22 x 14. 522 pp.
ISBN: 978–84–339–7460–0.


Norman Mailer nace en Long Branch el 31 de enero de 1923.
De una enorme personalidad, su vida está plagada de hechos relativamente luctuosos, matrimonios fracasados y enfrentamientos (verbales y físicos) con representantes del arte, la literatura y la política de su país.
Abanderado de lo políticamente incorrecto, se opuso frontalmente al establissment de su país, denunciando el totalitarismo intrínseco del poder de EEUU tanto en su política interna como en la exterior, lo cual no dejó de acarrearle serios disgustos (su oposición a la guerra de Vietnam le llevó a la cárcel). Considerado el espíritu crítico del país, y ganador de tres Premios Pulitzer así como de otros galardones, su fama y sus opiniones le llevaron a ser calificado como “el último cerdo macho patriotero” según Kate Millet.
Admirador de Truman Capote, en una extraña relación amor-odio que perduró en el tiempo, no duda en calificarlo como “el escritor perfecto de mi generación”.
A la vez, se ve rodeado de sonados escándalos como desafiar a puñetazos a William Styron, agredir a Gore Vidal o el apuñalamiento de su segunda esposa en una noche de alcohol que le ocasionó pasar una temporada en un psiquiátrico.
Indudablemente, un personaje variopinto, difícil, a veces incómodo, visceral e incluso violento, aunque todas las descalificaciones que, desde siempre, recibió, acrecentaron el poder de la palabra escrita que desarrolló en toda su obra.
Fallece en New York el 10 de noviembre de 2007.

* * * * * *

Me encontré con Mailer, hace ya algunos años, cuando llegó a mis manos (porque lo pagué, claro) su obra “Los desnudos y los muertos” (de esta misma editorial), un extraordinario relato sobre la campaña del Pacífico, su primera novela y la que le encumbró a la fama. Sinceramente, además de impresionarme, creo que nunca más (al menos en ese género) consiguió la altura que alcanzó con ésta.

Ahora acabo de leer “El castillo en el bosque”, una mezcla de novela, relato histórico y ficción sobre la infancia de Adolf Hitler y la influencia que el Maligno, de mano de uno de sus diablos, ejerce en la formación del futuro Führer manipulando sueños, conciencia y familia y encaminándolo al resultado que históricamente todos conocemos. En su portada, un pasquín de propaganda antinazi americano de época. Una niña sobre una esvástica de fondo y la leyenda “Deliver us from evil” no puede ser más representativa. En su fondo, la novela recoge lo que algunos escritores ya habían desarrollado tiempo atrás: el mundo es un escenario de la lucha entre Dios y el Diablo, y en esa lucha, ambos personajes utilizan y manipulan a los humanos para conseguir salir victoriosos en algo que no tiene fin: la lucha entre el bien y el mal, la luz y las tinieblas (¡que figura literaria más original, ¿verdad?)… una lucha que existe dentro de la misma Humanidad y desde que ésta evoluciona y es capaz de pensar.
El retrato que de Alois, el padre, de Klara, la madre y sobrina del primero, así como del propio Hitler que presenta Mailer, no es novedoso en sí. No en vano utiliza acreditadas fuentes biográficas como Alan Bullock o los ya clásicos estudios y memorias de Fest, Goebbels, Hanfstaengl, Hoffmann, Kershaw, Kubizek, Nietzsche, Smith o Trevor-Roper (para los interesados, les remito a las páginas de bibliografía, ya de por sí un ensayo sobre el personaje). Pero sí es novedoso el enfoque, el relato que, en primera persona, desarrolla ese diablo (reencarnado en un tal Dieter, SS de la Sección especial IV-2) y cómo va dejando pistas y referencias para hacernos comprender, o creer, lo que Mailer se propone desde un primer momento: demostrar que los personajes diabólicos no son más que el resultado de innumerables y, a veces, intrascendentes acciones que les marcan en la infancia (aunque aquí sean inducidos por Satanás) y les hacen ser lo que son en la edad adulta (y como ya he dicho antes, meros instrumentos de la eterna lucha entre la divinidad y la malignidad). Narraciones al hilo, como las bodas del zar Nicolás II o el asesinato de la emperatriz Sissi parece que no tuvieran nada que ver con el hilo principal de la trama. Tampoco las lecciones que, sobre la cría de abejas, se desarrollan a lo largo de muchas páginas (la colmena no es más que el libro de texto del que el futuro Führer va a extraer las consecuencias de la comunidad nacional, del destino conjunto, de la empresa común…)
Sin embargo, todas esas digresiones consiguen dar un fundamento, variedad y agilidad a la obra que hacen que, al llegar a sus últimas páginas, nos quede la sensación de que hemos leído un buen libro, uno más de los que, de haber existido ya en los años 30, hubiera sido expurgado de las bibliotecas alemanas y quemado en una de tantas hogueras con las que las organizaciones estudiantiles y las SA jalonaron Alemania en aquellos sordos años en los que la cultura cedió su puesto a la obediencia suprema, el pensamiento libre fue arrancado de raíz, la colectividad venció al individualismo crítico y sólo quedaron unas directrices del Partido que llevaron a Alemania a la noche más larga y más oscura de todas. Su noche más triste de la Historia.

Obras fundamentales del autor.

Advertisements for Myself. 1959.
América.
Antología mínima.
Caníbales y cristianos. 1966.
Costa bárbara. 1951.
Crónicas presidenciales. 1963.
De las mujeres y su elegancia. 1980.
Días de gracia y arena.
El castillo en el bosque.
El evangelio según el hijo. 1998.
El fantasma de Harlot. 1991.
El negro blanco. 1958.
El parque de los ciervos. 1955.
El tránsito de Narciso. 1978.
Enduring justice.
La canción del verdugo. 1980.
Lo esencial.
Los desnudos y los muertos. 1948.
Los ejércitos de la noche. 1968.
Los papeles presidenciales. 1963.
Los tipos duros no bailan. 1984.
Maidstone, un curso de realización cinematográfica. 1971.
Marilyn. 1973.
Miami y el sitio de Chicago. 1969.
Modest gifts.
Noches de la antigüedad. 1983.
Oswald: un misterio americano. 1996.
Picasso, retrato del artista joven. 1996.
¿Por qué estamos en guerra?
¿Por qué estamos en Vietnam? 1967.
Prisionero del sexo. 1971.
Rey del ring.
San Jorge y el padrino. 1972.
The deer park. 1955.
The spooky art.
The time of our time. 1998.
Un fuego en la luna. 1970.
Un sueño americano. 1964.

05 mayo, 2008

HARUKI MURAKAMI.

SAUCE CIEGO, MUJER DORMIDA.

Haruki Murakami.


Tusquets Editores. Colección Andanzas nº 649. Barcelona.

Febrero 2008. 1ª edición.


Traductora: Lourdes Porta.

ISBN: 978-84-8383-047-5

Rústica. 22,5 x 15. 386 páginas.

Murakami siempre me sorprende. Desde su primer libro que leí, “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo” hasta esta serie de veinticuatro cuentos, pasando por Tokio Blues. Norwegian Wood. (Sí, ya sé que me quedan algunas muy importantes como “Sputnik, mi amor”,” Al sur de la frontera, al oeste del sol”, “La caza del carnero salvaje” o “Kafka en la orilla” – ¡qué bellos títulos! - , pero nadie es perfecto, aunque algunas de ellas las tengo esperando en la zona de “leíbles”).

El autor: Según sus críticos, Murakami empezó tarde en la literatura (él mismo comenta que viendo un partido de beisbol decidió escribir), pero nunca es tarde si la dicha es buena. Amante casi obsesivo del jazz (lo comprendo), su afición a este género musical le hace plasmar en sus novelas numerosas referencias al tema. Es normal, claro.

Admirado por unos, vilipendiado por otros, cualquier persona que sobresale en alguna de las artes deberá enfrentarse a esa contradicción. El caso es no hacer caso (redundancia) de ello.

La obra: Veinticuatro cuentos. En un programa literario, hablando de esta obra, uno de los participantes resumía su crítica, antela aquiescencia del director de éste, diciendo algo así como “24 misterios que hay que desentrañar para obtener toda la sustancia de lo que Murakami escribe”. Personalmente no pienso que sea así.

Es cierto que cada relato es un misterio. En cada uno de ellos aparece un hecho inexplicable, desconcertante. Pero que nadie busque desvelarlo al final de cada historia. Los misterios están ahí como la ensalada en las comidas. Casi como un acompañamiento, la sazón que se añade, el darle buen sabor. Pero, al final, cada cuento es sólo el reflejo de una opresiva, obsesiva e inevitable, rutina diaria.

Llego a la conclusión de que, en esos relatos, Murakami expone el vivir por el vivir, sin solución. Oportunidades perdidas, paraísos soñados y nunca desvelados, escaleras que se suben peldaño a peldaño sin más, hasta llegar al último y encontrarse con que el piso superior no difiere en gran medida del inferior. (Sin valorar que es un compendio que abarca desde sus primeros cuentos – harto deficientes – hasta los últimos, perfilados y elaborados con mimo como si de un bonsái se tratara)

Pero así es el autor. Con complejidades, pero sin soluciones.

Cada cuento está estructurado con un misterio que está ahí porque sí, como cada una de esas incógnitas en las que nosotros, personajillos de a pie y no literatos, nos encontramos día a día. ¿Se resuelven? No, posiblemente; o al menos, en su mayoría. Se quedan como asignaturas pendientes, como peces enganchados a un anzuelo que no tienen más relevancia que la de extraer un ser de un medio misterioso, oculto y que desconocemos en gran medida: el océano.

Y ahí está el interés de Murakami; con su complejidad teñida de simpleza o viceversa. Mas, ¿quién es capaz de bucear en el océano?

De una u otra manera el verbo, fluido y atractivo, el ambiente, con pinceladas de ese exotismo oriental, y las situaciones, impregnadas de una filosofía que nos transciende a los occidentales, hacen de la obra un volumen que es digno de leer.

Cuando lo acabemos podremos decir “mucho rollo” o “extraordinaria”. No importa; de una u otra manera entraremos dentro de uno de los dos grupos de los que hablé anteriormente.

Personalmente, a mí me ha gustado. Bastante.

Y para mí (redundancia), con eso es suficiente.

Seguiré siendo un incondicional de su obra.


16 abril, 2008

ÁNGELES MASTRETTA


MARIDOS.

Ángeles Mastretta,

Editorial Seix Barral. Biblioteca Breve.
1ª edición. Noviembre 2007.
23 x 13,5. 259 pp.
ISBN 978-84-322-1245-1

La encontré por casualidad, al azar, despistada y confusa entre un montón de libros recién salidos de las prensas y expuestos en forma simuladamente anárquica encima de una mesa que era, a la vez, expositor y catafalco, principio y fin de muchas esperanzas literarias.

Allí descansaba Ángeles Mastretta. Y sin ella saberlo, sin presentirlo y en contra de mi propia voluntad me arrancó la vida haciéndome, desde ese momento, un incondicional de ella misma expresada en un desordenado alfabeto. Su feminismo suave – en aquel momento – haciendo protagonistas de una vida a la esposa de un General, cautivó mi interés.

Quizás incluso me enamoré de ella, o de la protagonista de aquella novela que se abrió en mis manos hace ya veinte años.

Pero los amores no son correspondidos por quien ignora tu vida.

Y, al paso del tiempo, como en un hechizo, sucumbí al mal de amores. Era lógico, se veía venir y, por supuesto, totalmente previsible. Con ese mal vinieron los celos. Cada vez que me encontraba con ella, olía ciertamente a García Márquez. El coronel Aureliano Buendía se me presentaba transformado en Daniel Cuenca, el amor de juventud de Emilia Saurí, una gran mujer que compagina sus dos amores en un velado triángulo amoroso que domina la protagonista. El feminismo sigue flotando en el ambiente de un México de principios del siglo XX, una época en la que ser feminista debía ser tan difícil como ahora presumir de no serlo.

La rondé y pasé, cogido de su brazo, ante mujeres de ojos grandes, rectoras de sus propias vidas y de sus decisiones, erradas o no. Yo, cohibido, evitaba mirarlas demasiado tiempo, intentando así la ilusión de evitar las murmuraciones.

En el calor del atardecer de Puebla nos dijimos nuestras confidencias, como oraciones buscando el corazón del otro. Ella, obsesionada con la vida, ansiosa de vivirla me contó sus secretos, me convenció de que la vida era para vivirla, para asombrarse con cada una de las nimiedades y contradicciones que ésta nos presentaba a diario. “En conclusión, – me dijo antes de que pudiese respirar hondo y desasirme de su hechizo – el cielo de los leones a veces es inalcanzable, cariño mío”.

Rendido, pues, a sus pies, le pedí que me dejase vivir con ella, despertar en sus sueños, oír de sus labios algunas frases hermosas.. . y entré en el clan de los Maridos.

Y en él estoy. He sido, desde entonces, veleidoso, olvidadizo, interesado, enamoradizo, consentido y consentidor, feroz y cobarde, machista y feminista,… He sido tantos hombres, casi todos prescindibles, que ya ni me acuerdo. Y ella ha sido todas las mujeres que pude uno imaginar. Fuertes, débiles, dependientes e independientes, madres, esposas y amantes, pero siempre, o casi, la columna vertebral y el eje principal de cada una de las familias que formamos y a muchas de las cuales yo abandoné.

Cuando terminé de leerme en Maridos, sentí que Ángeles se había vengado de mí en todos los hombres. Y había clamado justicia en todas las mujeres. Un poco injusto, a mi modo de ver, pero encantador, como ella es y como así me había construido en este nuevo libro que acabo de cerrar, de suspírarlo y de recoger de él, como frutas maduras, algunas de las frases más crueles y, a la vez, más bellas que pudiera oír un enamorado de labios de su amada.

Antes de dormirme miro la media naranja absurda de la portada del libro, susurro un “gracias, Ángela”, cierro los ojos y le envío tres besos en silencio de los que sólo ella ha de tener conciencia y yo… poca ciencia.